La rabia no se propagó sola. Grupos extremistas lo planearon todo. Primero, no fue coincidencia que ocurriera en los días del onceavo aniversario de las torres gemelas en Nueva York. Segundo, de acuerdo a la Casa Blanca, hay evidencias que en Bengasi estuvieron involucrados miembros de Al Qaeda. El plan era contrarrestar las operaciones de inteligencia y contrainteligencia, porque desde Libia operaban agentes y contratistas de la CIA que desempeñaban un papel crucial en la vigilancia y recopilación de información sobre grupos terroristas de la región.
Las pérdidas en América Latina por empleados ineficientes e improductivos son multimillonarias. Calcule cuántas horas anuales se malgastan en tertulias entre compañeros hablando del último partido de fútbol; en conversaciones entre mujeres criticando el vestido y los zapatos de la que envidian; en tomaditas de café a cada momento; en usar el sanitario para hablar por celular y en chismografía en los pasillos censurando al jefe. Es como robarle tiempo a la empresa donde trabajan.
Las artimañas del dictador para preparar el terreno a su favor han sido variadas. La más evidente es el manejo de la supuesta enfermedad para que el pueblo lo compadezca. La otra es su transformación religiosa; ahora agradece a Dios los beneficios recibidos para seguir viviendo porque, de acuerdo a su chifladura, fue escogido para llevar a su pueblo al “paraíso” de la revolución del siglo 21.
El primer proceso de paz con las Farc fue en 1984. Hubo amnistía e indulto y ciertos sediciosos, junto a miembros del Partido Comunista, crearon la Unión Patriótica –UP-, participando en política; así ganaron curules en el congreso y alcaldías, pero, fuerzas oscuras (léase: militares corruptos aliados con narcotraficantes y autodefensas) asesinaron a más de 3500 militantes de ese grupo, lo cual les sirvió de justificación a los rebeldes para seguir en la lucha.