Lo asombroso es que la necesidad puede estar frente a los ojos y no la ven por esa insensibilidad latente en los espíritus. No solo me refiero a la miseria manifiesta que sufren los pueblos latinoamericanos, sino a la pobreza que ahora también padecen millones de personas, quienes en los últimos años vieron esfumarse los esfuerzos de su trabajo, a causa de la codicia de banqueros, dirigentes y empresarios.
Pareciera que se venera la violencia. El crimen y el odio que ven a diario en los medios de comunicación, en el cine o lo practican en los videojuegos, algunos lo quieren imitar como autómatas, soñando con hacer parte de ese universo sangriento, irreal e impasible, el cual copian a manera de desahogo de sus rencores contra algo o alguien.
Desarraigar el comunismo, incrustado en la médula de la nación, desde el sistema educativo, la salud, la burocracia neo-burguesa, hasta persuadir a las fuerzas armadas que apoyar a Chávez ha sido el peor error histórico de su historia, será tan difícil como extirpar la malignidad de los tumores que, supuestamente, han ido diezmando la energía y fortaleza del perturbado líder.
Por otro lado, el fin del mundo lo sufren los corazones perversos y codiciosos. Los seres egoístas. Lo padecen quienes eligieron el camino de la promiscuidad, la mentira, el odio, la venganza, la ambición y la indiferencia social. Lo viven quienes arman guerras por el petróleo y los que se dedican al narcotráfico esparciendo por el mundo la muerte del alma.
Al rayar el alba vi surgir la luz del día. Mis ojos no podían congelar en el tiempo el resplandor que en fragmentos de segundos modificó mi retina, pero por igual alteró, para bien, mi pensamiento. Surgió una imagen multicolor, placentera y feliz. En mi mente comencé a escuchar risas y canciones y a ver figuras imaginarias de mis hijos jugando en la arena.