Raul Benoit

Periodista y Escritor

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Bajo censura, no escribo

Cuidese de la Sayona

¿Los indignados al poder?

Tranquilo Varito

Venezuela: Una buena dosis de patria

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Matando en el nombre de Dios

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Columnas 2014

El encanto de la vida

El lenguaje del Amor

La doctrina del terror

Todo tiempo pasado fue mejor

Farc: soberbios

Plutarco, Vendedor de ilusiones

Mexico sin timonel

Haciendose los gringos

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Uribe, todo lo contrario!

Venezuela ya no es el tio rico

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Enfermedades contagiosas

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Vacuna bajo sospecha

Condenado a la libertad

Heridas raciales abiertas

Cannabis, camino al cielo

La sirena de Veracruz

Israel, perdiendo

Ls Farc y su eslabon

Una felicidad castrada

Autocensura en Ecuador

Verdades que incomodan

Sepulturero del chavismo

El exodo, una trampa

El libro de Gardeazabal

No mas coronas

Lobos hambrientos

Sermon a Daniel Ortega

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El imperio financiero

Mi America idealizada

Chocolate, Amor y chinos

Miro al cielo intranquilo

Nalgaditas prohibidas

Farc:Sin tantas ilusiones

Huerfana de gobierno

Decision cuestionable

Ganador por una nariz

Narco: perdida de valores

Metastasis criminal

Desobediencia civil

Revolucion de Indignados

La Ola Verde de Maria

Sargento Garzon

Chavismo acechando

Indefensos campesinos?

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Zona caliente de Asia

Columnas 2013

Fiesta de falsas promesas

Navidad, ¿dulce navidad?

Atornillandose al poder

Racismo colectivo

Enemigos, misma orilla

El que pega repite

Anarquia Institucional

Es hora de inmunizarse

Rostro del Hambre

Vientos revolucionarios

Pobreza espiritual

Peligro en la red virtual

Chantaje a Obama

La peligrosa amiga Molly

Rey estelar de bufonadas

Crisis en Siria

Infancia vulnerable

Mercenarios del panico

Mascara de bandoleros

Comercio de lo desechable

El Gran Canal, Nicaragua.

Legitimando la ilegalidad

Francisco, la esperanza

Mulas ciegas

Cruzada contra el hambre

Fragil paz en El Salvador

Censura por la democracia

Yo espio, tu espias...

Miami rompecorazones

Servidumbre: trato digno

Sin cabos sueltos

Fraguado en La Habana

Arrogancia, mal humano.

La pesadilla continua

Brutalidad y cinismo

Fiesta en el corazon

Pajaritos en el aire

El incendiario

Con alma de pistoleros

Maquillando la realidad

Lobos ciberneticos

Corazones de piedra

La carnada perfecta

Tiempo de cisma católico

Como hermanos gemelos

Quien ama no hiere

La avaricia envicia

Saliendo de las sombras

Feroz ofensiva Zetas

Hispano si come hispano

Verdugos de su futuro

Tragicomedia venezolana

Columnas 2012

Caridad, deber humano

No engendremos el mal

Temerle al ilusionismo

¿Miedo al fin del mundo?

Hijos, nacen como el sol

Fallo o falla salomonica?

Nos pasa por arrancados

Decision gigante

¿Apologia al mal?

Politica de falsedades

No representan al pueblo

De rodillas al dictador

La tolerancia

Rebelion, honor victimas

Pequeno gran pretexto

Ley minimo esfuerzo

Amenazas del fanfarron

Hienas con sed de sangre

Goza de plena salud

Prohibido no publicar

Criminal, no inteligente

Cartas que no volveran

Ningun mal es necesario

Puro cuento demagogico

Propuesta que espanta

El peligroso fanatismo

Infierno del inmigrante

Gobernantes autoritarios

La llave para la paz

Vaticano huele a azufre

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El mundo padece de anemia

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Apostando fama y fortuna

Moribunda libertad prensa

Paladin de urbanidad

Chavez muriendo...

Libres de decir nada

¿Amenaza nuclear?

Silencios que afligen

Cafeina y Aspirina

¡Que placer es agradecer!

Legalizacion, satanizada

La Mano Negra y tinglados

Yo me mato, tu me matas..

Hostilidad y mordaza

Cazando a los herederos

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Mercachifles de la salud

Muriendo de hambre

Avaricia y voracidad

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Guatemala en su laberinto

Pueblo Narcotizado

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Imploremos por Chavez

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LA MUERTE LENTA DE LOS “FARCSANTES”

(Publicado en febrero 8 de 2008)


 

Por Raúl Benoit


Cuando a mediados de la década de 1960, Manuel Marulanda Vélez, un colombiano iletrado y humilde, resolvió irse al monte a pelear contra el gobierno, pero en especial a resistir contra los terratenientes que les quitaron injustamente las tierras a él y a otros campesinos, todavía no lo conocían como “Tirofijo”.

Ese remoquete se lo ganó literalmente a pulso: disparando y matando. Pocos años después la influencia comunista hizo que, este rebelde y los hombres que lo acompañaban, sufrieran su primera metamorfosis, volviéndose bandoleros; comenzaron a robar, a asesinar y a secuestrar para financiar la “lucha revolucionaria”, con el propósito de tomarse el poder, sepultando poco a poco sus ideales de protegerse y defender al pueblo.

Se bautizaron como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia –Farc-.

La segunda metamorfosis ocurrió en la década de 1980, cuando a “Tirofijo” y a sus hombres, los sedujo el negocio del narcotráfico y aunque al principio sólo recibían beneficios cobrando un “impuesto de guerra”, poco a poco se apoderaron de zonas estratégicas de los carteles de la droga.

El narcotráfico borró por completo la ideología revolucionaria de las Farc. La mayoría de los niños y jóvenes combatientes (alrededor de 12 mil hoy día) ni se enteran que hacen parte del grupo armado de un poderoso cartel de las drogas.

Los que sí saben que jamás se tomarán el poder por las armas son los pocos miembros del “secretariado”, una especie de politburó, con privilegios extravagantes y repulsivos, desde comer y vivir a cuerpo de rey, hasta tener placeres sexuales con niñitas, como lo hace el compinche de “Tirofijo”, un sesentón llamado Raúl Reyes, miembro de ese “secretariado”, a quien le gustan las muchachitas recién les baja la regla. Imagínense ese hombre como Ministro de Educación, si algún día las Farc llegasen al poder.

Pero, además de abusar de menores y especialmente de mujeres, violan los derechos humanos, con la potestad que se auto-otorgaron denominándose “el ejército del pueblo”, secuestrando y matando a los que dicen defender.

Esa realidad innegable, ahora exhibida más claramente ante la opinión pública, es la que está provocando la muerte lenta de los “farcsantes”, desenmascarados ante el mundo. Muchos ya saben sus verdaderas intenciones, especialmente europeos, que ante la ceguera y la sordera izquierdista, todavía creían que esos facinerosos luchaban por la “liberación del pueblo”. Sus propias acciones sangrientas y criminales demostraron quiénes son en realidad.

Aunque esto suene como una victoria del gobierno colombiano o de las fuerzas armadas y hasta del propio pueblo que el pasado lunes 4 febrero los puso en evidencia repitiendo en millones de voces “no más farcsantes”, realmente no lo es. Quienes se han clavado el cuchillo son ellos mismos, mostrándose como los monstruos que son.

Han perdido fuerza. Por lo menos 600 guerrilleros presos en cárceles colombianas, también vociferaron “no más Farcsantes” y anunciaron desde la prisión, que no son “canjeables” por los secuestrados que las Farc tienen en la selva. Ya no quieren volver al monte a pelear por una revolución mentirosa.

A pesar de esto, los del “secretariado” no permitirán que “sus hombres” dejen las armas tan fácilmente, porque se les acaban los privilegios de “monarcas” que conservan sometiendo a campesinos, niños y jóvenes, en su red de mentiras.

No crean que ante el develamiento de la verdad de una guerrilla farcsante, el problema vaya a terminar. Aunque en el gobierno de Álvaro Uribe han sufrido el peor retroceso en varias décadas, pasarán otros 20 años para que el ejército colombiano pueda aniquilarlos o que se transformen en una fuerza democrática y participen en elecciones, aunque sería desastroso darles espacio político a narco-terroristas, pero en nuestros países Latinoamericanos se ven cosas peores.

Las Farc están acorraladas y débiles, pero todavía no son inofensivas. Hay mucho trecho que recorrer para lograr la muerte definitiva de este organismo canceroso.


Miami, Florida, U.S.A. 

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