
Escuché, sin asombro, la respuesta a Hugo Chávez.
El mandatario insiste una y otra vez en invitar a las “Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia” –FARC-EP- (EP: “ejército del pueblo”, título auto-conferido) para que entren a Venezuela a realizar un “acto humanitario”: canjear guerrilleros presos por secuestrados, incluyendo a Ingrid Betancourt, la valiente dirigente retenida por los guerrilleros al retarlos porque ningún rincón del país debe ser prohibido para gente honesta.
Las FARC respondieron: “no gracias, preferimos hacerlo en casa y con despeje militar de dos municipios”. Una respuesta predecible, conociendo a cabecillas como Raúl Reyes, quien en 2001, negociando con el presidente Andrés Pastrana, me confesó: “la paz no se hará en este gobierno, ni en el próximo, ni en 30 años”. La táctica empleada por las FARC desde los primeros diálogos a mediados de los ochenta, fue dilatar para reorganizarse, reubicarse, planear estrategias y sacar cocaína y heroína de los laboratorios. Ese negocio tan bueno no lo dejarán.
Chávez suplicó a los subversivos y al ver su obstinación, el Presidente Álvaro Uribe le “siguió el juego”. Plausible que el mandatario colombiano acepte la intermediación de Chávez, porque tienen ideas políticas antagónicas. “Uribe sabe lo que hace: comprometer a los viejos amigos de los rebeldes”, me dijo un paisano. En una visita fugaz a Bogotá, Chávez le informó, como si fuera milagroso, que recibirá en Caracas a un delegado de las FARC. Lo divertido del alboroto de Chávez, es que la inteligencia militar tiene conocimiento de que las FARC entran a Venezuela como Pedro por su casa.
¿Para qué Chávez quiere ser protagonista de un acuerdo improbable en un futuro inmediato? Sus críticos señalan que es por el encanto de ser el centro de atracción de los medios de comunicación, aunque otros aseguran que quizás lo que esconde tras bambalinas, es limpiarse el rostro de “camarada” de la inexistente revolución colombiana.
Lo de inexistente es mío, porque es una mentira de unos pocos “ideólogos”, transferida a indígenas, campesinos y estudiantes ingenuos que resolvieron, o fueron obligados, a ir a una guerra esquizofrénica.
Aunque la verdad es que la mayoría de los combatientes lo hacen por un sueldo. ¿Acaso Chávez pretende encubrir otro asunto? Sé por buena fuente que a Ingrid Betancourt y a ciertos secuestrados los pasan a ese país cada vez que el ejército colombiano pisa los talones a los subversivos. Hubo rumores de que andaban por allá, entonces, quizás Chávez pretende aplacar esos chismes. A varios de los comandantes de las FARC los conozco como los vecinos pícaros del barrio. Narcotraficaban cuando en Colombia todavía no aceptaban que lo hacían y lo denuncié desde 1984. Me confesaron: “a esos gringos ´periqueros´ hay que mandarles el polvito blanco para que se destruyan”; “las drogas son armas de lucha”. Los vi secuestrar a colombianos que tuvieron que pagar el “impuesto de guerra” hasta con la vida. Supe lo absurdo de crear un gobierno del pueblo destruyendo lo establecido, repartiendo la riqueza (¿entre quiénes?), reestructurando el Estado convirtiéndolo en comunista, basado en totalitarismo. Se auto nombraron el “ejército del pueblo”, aunque arrinconan a la población, que sin poder expresarse, aborrece sus acciones casi en silencio y ellos lo saben, pero no les importa porque la fuerza de la intimidación los vigoriza. Emplean brutalidad: torturan y matan a los que ellos sospechan informantes; colocan minas “antipersonales” en zonas habitadas por civiles; lanzan cilindros de gas contra casas de humildes. La disculpa del “Mono Jojoy”, jefe militar, cuando lo entrevisté, fue: “la policía y el ejército construye cuarteles en los pueblos y esto está mal”. “Pero, respecto a nosotros, no volveremos a lanzar pipetas”. Mintió. Siguió haciéndolo.
¿Se debe hacer el “canje humanitario”? ¡Sí! Humanitario por los secuestrados que saldrán de la selva, donde sufren enfermedades tropicales, hambre, sed, frío, soledad y tristeza. No será humanitario para los guerrilleros presos, que ahora se alimentan bien y no padecen de calor, frío y tampoco de soledad, porque los visitan familiares en la cárcel. Cuando Chávez consiga que ellos vuelvan a la demencial guerra, a recibir órdenes de asesinar y quitarle la libertad a sus paisanos, marchar de noche y medio dormir de día y desnutrirse con la comida guerrillera, en ese momento sí necesitarán un acuerdo humanitario para sacarlos del infierno otra vez. Con toda seguridad Chávez ofrecerá sus buenos oficios, aunque les aconsejo a los rebeldes que sigan en prisión porque es más cómodo, es un premio.
El “ejército del pueblo”, el de las FARC, es “farcsante”. Sus milicianos, desconectados de la realidad, ignoran el sentido de una revolución favoreciendo al pueblo.
Son una gavilla de criminales anacrónicos, sin ideología y sin propósitos loables, disfrazados de revolucionarios.
¿Le mostraron ese rostro a Chávez al visitarlos cuando se escondió en Colombia después de intentar un golpe de Estado en Venezuela?. Me hago otras preguntas ¿Por qué no se captura a esos falsos insurrectos? ¿Quién se esconde tras su permanencia? ¿Será la misma mafia de cuello blanco que eterniza la guerra contra las drogas porque se beneficia del negocio?
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