Al decapitar gradualmente a este engendro de múltiples cabezas no crean que está exterminado.

Este golpe contundente y casi mortal, le arrancó otra cabeza a la bestia, no la más grande, pero sí la más destructora y sanguinaria.
Víctor Julio Suárez Rojas, alias “Mono Jojoy”, jefe militar de las Farc, murió como temía en un bombardeo de las Fuerzas Armadas colombianas, pero su fin no fue como merecía, porque habría sido mejor capturarlo y encerrarlo de por vida en una cárcel estadounidense, donde los presos son verdaderos reos.
Jojoy era malo y mentiroso. En una entrevista que le hice en febrero de 2001, prometió a las familias liberarles a sus parientes secuestrados “rápido y urgente”. Pero, pasaron años hasta que el ejército fue quien los rescató; todavía hay retenidos en la selva.
Asimismo, ofreció terminar los ataques a la población civil. Ante mi pregunta ¿si ustedes son el ejército del pueblo, por qué matan al pueblo?, me respondió: “En eso hemos cometido errores. Los explosivos que fabricamos son para (atacar a) las Fuerzas Armadas del Estado”
Sobre su alianza con el narcotráfico me dijo: “cobramos un impuesto a los compradores. Nos pagan alguna “chichigua” (poca cosa) y eso es lo que queda para que podamos vivir nosotros”.
La verdad es que en las últimas dos décadas las Farc se transformaron de ser guardianes de cultivos, a producir droga y después exportarla. Por lo tanto, al morir este cabecilla del mal, se golpeó a los carteles de la droga mexicanos, que van perdiendo a socios que les abastecían la cocaína.
Los que ven el vaso medio vacío temen que en venganza los guerrilleros rasos, maten a los secuestrados. Opinan que las autoridades deben advertir el siguiente movimiento de las Farc porque mientras se recuperan del golpe podrían hacer ataques urbanos indiscriminados.
También les preocupa que se genere una división en el interior de las filas de los bandidos y surjan grupúsculos; los frentes rebeldes se dispersarían y montarían toldo aparte.
Puede suceder una metástasis como la que sufrieron el Cartel de Medellín, al morir Pablo Escobar y el Cartel de Cali, después de la captura de los hermanos Rodríguez Orejuela.Así sería más difícil la lucha contra el terrorismo y esa vertiente del narcotráfico.
Los que ven el vaso medio lleno creen que en los próximos días habrá una avalancha de rendiciones, ante el miedo que les causa la letal arremetida de las Fuerzas Armadas.
Reitero, al decapitar gradualmente a este engendro de múltiples cabezas no crean que está exterminado. Su peligrosidad no termina, porque la bestia herida es rabiosa y puede resultar más letal.
Los que persisten en la lucha armada tienen dos alternativas: rendirse o seguir ocultándose como ratas. Las Farc, enseñadas a la guerra de guerrillas, puede parapetarse en la manigua colombiana por largo tiempo y sus otras cabezas esconderse en el exterior para reconstituirse. En el momento menos esperado, saltarían al ataque.
Para finalizar, dejo en claro lo siguiente: Espero que en algunos países europeos, Venezuela y México no tergiversen la historia y conviertan al Mono Jojoy en héroe, porque nunca lo fue. Así que si van a hacer un minuto de silencio que no sea por él, sino por quienes en su atroz lucha ese criminal les quitó la vida.
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