Cerrar filas y vencer el miedo

Tácitamente los drogadictos son cómplices del terror por la violencia, la cual sufren los países productores.

Ciudad Juárez.
Ciudad Júarez, México.

Quien conducía el carro me dijo que el reducido tráfico en las calles de Ciudad Juárez se debía al clima caliente: “a la gente no le gusta salir”.

La temperatura rozaba los 100 grados Fahrenheit, casi 38 Celsius, pero mi interlocutor mintió sin malicia para no dañar más la imagen de la región. La verdadera razón de la soledad en las calles es por el clima candente, pero el causado por la violencia del crimen organizado.

La cuenta de muertos se perdió. Se cree que en esta ciudad, desde 2006, se superó la cifra de 6 mil personas asesinadas. La morgue permanece saturada.

En varias ocasiones he ido a Juárez para cubrir noticias sobre la guerra del narcotráfico. Pelean por el poder en esta ruta esencial en el trasiego de la cocaína y la heroína hacia Estados Unidos. En esta ocasión mi visita la anunciaron porque fui invitado a dar una charla a empresarios, con relación a mi libro “Prohibido decir toda la verdad”.

Llegué en carro blindado con escolta, recordando tiempos tristes en Colombia. Hablé de cómo México transita por un sendero similar al que vivió mi país, etapas que resumo así:

La primera, la avenencia de la sociedad con los narcos que los vieron llegar llenos de lujo y derroche, fueron indulgentes e hicieron negocios con ellos, dejándose corromper por el gran flujo de ganancias.

La segunda, la alianza letal con autoridades y políticos.

La tercera, la presión estadounidense para combatir a los carteles y por consiguiente el forzoso incumplimiento de los acuerdos sucios.

La cuarta, el cobro de esos favores pendientes a los corruptos, pero como ellos tienen que combatirlos para mostrar resultados, los narcos toman represalias, amenazan y matan.

La quinta, los carteles pelean entre sí, delatándose para escabullirse de la caza, salvándose y quedándose con las rutas de la droga.

Otra etapa es secuestrar personalidades, políticos y gente cercana al gobierno y si esto no resulta, orillan a la ciudadanía con terror indistinto.

La última etapa parece el fin, pero es el renacimiento que llamo metástasis; la muerte o captura de los grandes capos hace surgir cartelitos difíciles de combatir.

Quizás no todas las etapas las viva México igual. Pero el parecido no es fortuito.

Al interactuar con el público en mi charla, me preocupó cómo está confundida y desorientada la gente. El desconcierto lo resumió una pregunta: ¿Qué hacemos ante la violencia que nos obliga a quedarnos presos en casa o huir a otro país?

Deben denunciar, les respondí. ¿Para qué denunciamos si las autoridades no hacen nada y nos exponemos a represalias?

Les recordé que una de las armas más efectivas de los criminales es propagar el miedo, pero el escudo más fuerte de la sociedad es enfrentarlos en forma unida, sin salir huyendo.

En Colombia, cuando la sociedad se vio acorralada por el narcoterrorismo, muchos dejaron de hacer negocios con mafiosos, los rechazaron y los denunciaron. Lo cual no quiere decir que lleguen a su fin, porque uno de los caldos de cultivo es la ambición; otro el abandono estatal y la pobreza, pero su gran alimento es la adicción rampante.

Tácitamente los drogadictos son cómplices del terror por la violencia, la cual sufren los países productores.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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