El presidente colombiano Álvaro Uribe sabe que la prensa es muy útil para gobernar sin presiones. Él regaña a quienes se salen de su redil y no dudo que utiliza influencias y amistades para quitar obstáculos.

Un periodista que ignore la verdad es igual a que se venda. Un reportero que desconoce adrede las suciedades y crímenes de funcionarios públicos, es cómplice de ellos.
Un periodista que informe sólo lo que le conviene a él o a sus amigos por recibir beneficios, no tiene vergüenza y es como si estuviera regalándose al poder.
El oficio de periodista no fue creado para ofertarse al mejor postor. Quienes ejercemos este noble oficio debemos despojarnos de intereses personales, partidistas, religiosos y pasionales.
El 9 de febrero, los periodistas colombianos de la vieja guardia, conmemoraron su día, pero para desgracia de ese país la libertad de prensa atraviesa por una época dura, tan compleja o peor desde cuando ejercí el oficio allá y tuve que salir amenazado.
Yo fui tachado de antipatriota por difundir noticias sin censura; vilipendiado por colegas traidores; acusado por políticos corruptos de ofender la dignidad nacional al denunciar sus alianzas con narcos y paramilitares; atacado por mostrar el terrorismo de la narco-guerrilla comunista, porque dizque eso es “hablar mal del país”.
La situación ha sufrido una metamorfosis pero al final es la misma censura. Hoy día, quienes no estén a favor de Álvaro Uribe, son fichados de antipatriotas.
Dos reconocidos comunicadores, Hollman Morris y Claudia Julieta Duque, son los nuevos “vende patrias”.
Ellos revelaron que la prensa colombiana vive un «estado de terror». Morris dijo que «El periodismo está herido de muerte y tiene poco que celebrar y mucho que denunciar». Lo compadezco porque tendrá que enfrentar a las hienas que defienden al régimen.
Los periodistas que todavía creen en la verdad a pesar del miedo de quedar desempleados o tener que autocensurarse, querrán amparar el derecho a la libertad de prensa después de conocer la siguiente noticia: la casa editorial El Tiempo (del grupo Planeta), propietaria de la revista Cambio, resolvió suspender la edición semanal y despedir a sus directores, María Isabel Rueda y Rodrigo Pardo, fuertes críticos de Uribe. Pardo dijo que “la revista pisaba muchos callos que causaban molestias en personas del Ejecutivo” (Léase Gobierno).
Uribe sabe que la prensa es muy útil para gobernar sin presiones. Él regaña a quienes se salen de su redil y no dudo que utiliza influencias y amistades para quitar obstáculos. A los más difíciles los vigilan o los acusan en público de ser guerrilleros, como le ocurrió a Morris.
Uribe pretende que aplaudan el plan de “seguridad democrática” que, sin bien es cierto, trajo esperanza y tranquilidad a ciertos colombianos adinerados, la generalidad del país no se beneficia.
Pretende que los periodistas ignoren que Human Rights Watch haya alertado, a principios de febrero, que los grupos paramilitares están resurgiendo.
Pretende que se hicieran los de la vista gorda cuando extraditó a Salvatore Mancuso y a otros paramilitares que sabían de sus secretos, sepultando crímenes horrendos.
Pretende que lo reelijan porque el Estado de Opinión supera al Estado de Derecho, según su asesor José Obdulio Gaviria. La idea simbólica es válida, pero usada mañosamente a su favor.
Lo que temen los periodistas y los críticos del gobierno de Uribe es que el Estado de terror supere al Estado de Opinión y aún peor al Estado de Derecho.
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