
Si todo lo que dicen es cierto, los guerrilleros de las Farc, además de ingenuos, transitan hacia una nueva mutación de su sangrienta guerra de 50 años, aunque todavía, para mi opinión, es increíble que se hayan distraído de tal manera, perdiendo, en un abrir y cerrar de ojos, el «tesoro» para un “canje humanitario” o más bien para seguir en su mentira y su «farcsante» revolución: Ingrid Betancourt, los tres estadounidenses espías y 11 secuestrados más.
En la operación de “rescate” del pasado 2 de julio, calificada por las autoridades como “limpia y epopéyica”, no hubo mayores riesgos.
Entonces, surgen las primeras especulaciones. Una radio de Suiza, por ejemplo, reveló que: “los 15 rehenes fueron comprados, tras lo cual toda la operación fue una puesta en escena”. Según esta emisora, pagaron 20 millones de dólares, con aportes de Francia y los Estados Unidos (que no negocia con terroristas).
Pero, ¡qué importa esto! Lo que interesa y lo que debemos aplaudir es que los rehenes salieron con vida y relativamente en buen estado de salud y agradecer, o al Ejército colombiano, o a quienes aportaron los 20 millones de dólares, o a Dios.
Sin embargo, siguiendo la inclinación de los escépticos, suena extraña tanta belleza y tan interesantes coincidencias. Desde la muerte de Raúl Reyes, el asesinato del “comandante” Iván Ríos, por parte de un camarada de su guardia personal infiltrado del Ejército, hasta el raro deceso de Manuel Marulanda, alias Tirofijo, en medio de bombardeos militares, sucedieron cambios radicales en la guerra de guerrillas.
Suenan extrañas muchas cosas. La liberación de los rehenes pasó en la misma semana en que Álvaro Uribe enfrentaba la peor crisis institucional cuando se cuestionaba su reelección. Se le apareció la Virgen, como dice el dicho popular, al suceder hechos milagrosos. Así se sepultó la disyuntiva política. El mismo día la Corte Constitucional se abstuvo de revisar la legalidad del acto legislativo que aprobó en 2004 la reelección presidencial.
A Uribe, a pesar de su pasado sombrío con paramilitares y narcotraficantes y sus aparentes artimañas para seguir en el poder, lo sigo viendo como uno de los mejores estadistas que Colombia ha tenido, porque fortaleció la imagen del país en el exterior, dando confianza y esperanza a los ciudadanos que ya no creían en políticos ni en militares.
Antes de escuchar lo de la emisora Suiza, varios colombianos me sembraron la duda: ¿Hay una negociación secreta en donde participaron gobiernos extranjeros? ¿Parte de ese pacto es la entrega de los rehenes? Dicen que, quizás, lo que está ocurriendo es el preámbulo de la rendición de las Farc.
También suena extraño que Hugo Chávez cambió su discurso, diciendo: “el tiempo de los fusiles ya pasó”. Igualmente la agencia de noticias Anncol, ligada a las Farc, anunció que la guerrilla buscará diálogo.
¿Pero quién los llevó a ese punto? Fue un plan concebido por Uribe y sus estrategas militares. Lo que muchos ignoran es que para lograrlo aplicaron una política de arrasamiento a nivel sindical, universitario y de estructuras rebeldes urbanas, que permitió capturar a milicianos, rompiendo la comunicación. Los frentes rebeldes quedaron aislados entre ellos. Además, tras la muerte de Reyes volvieron a los viejos tiempos de enviar mensajes con un estafeta (porque por un teléfono satelital fue localizado). Para forzarlos a eso, fuerzas especiales del gobierno desaparecieron y torturaron a enemigos y a los que tenían sospecha de que eran adversarios del régimen.
Hoy no voy a calificar si esto está bien o mal, porque no quiero arruinar la felicidad de la mayoría de personas que agradece el duro golpe a los peores suplicios de los últimos 50 años en Colombia: la guerrilla y el secuestro (los otros son el narcotráfico, la corrupción y la pobreza).
No dudo que lo que está ocurriendo (el desmoronamiento de las Farc) es el resultado de años de trabajo de inteligencia militar. Ese grupo siempre ha estado infiltrado. Desde su “secretariado” hasta guerrilleros de bajo rango. Uno de estos podría ser Jorge Briceño “El Mono Jojoy”. Su carrera ascendente como jefe militar y sus contundentes victorias, lo pusieron rápido al lado de “Tirofijo”. La misión de los infiltrados fue apoderarse del grupo y manipular el destino de la guerra, hasta “el momento adecuado”. ¿Llegó ese momento?
Lo que hay detrás y que genera tantas dudas de los críticos, es irrelevante ante el resultado. Esta guerrilla “farcsante” está debilitada, porque si realmente fue una labor de inteligencia del Ejército de Colombia lo que logró la liberación de los rehenes o una acción negligente de los “camaradas” que tenían la custodia de los secuestrados, hay una falla por punta y punta, para bien de las víctimas, de la nación entera y del gobierno de Uribe.
Si estos bandoleros, falsos revolucionarios, deciden terminar cinco décadas de guerra derrotados militar, ideológica y moralmente, escondiéndose como ratas y siendo ridiculizados con la liberación de rehenes aceptando sólo 20 millones de dólares, ellos mismos comprobarían lo que siempre se ha sospechado: son unos cobardes.
Deberían aprovechar la coyuntura y salir por la puerta grande de un diálogo, rindiéndose dignamente.
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