El hambre de poder enceguece

Ningún político puede ser insensato de pedirle a los que lo siguen confiadamente que salgan a las calles, para que derramen sangre por ideales particulares.


La ambición económica y la voracidad personal de algunos dirigentes de América Latina los lleva a desvariar y de manera irresponsable, relegan sus obligaciones políticas y sociales.

Tan ciegos se vuelven, por la avaricia que los embarga, que pierden la razón y el horizonte de sus deberes.

Lo hemos visto en Honduras con el caso de Manuel Zelaya, quien sin medir las consecuencias de enfrentar a su pueblo entre sí, amenazó formar una resistencia armada y advirtió a sus rivales que “despertaría” a la gente con el fin de recuperar el poder perdido ante la amenaza que él representaba.

El peor ejemplo es Hugo Chávez en Venezuela que cambió la Constitución para quedarse gobernando y así organizar la dictadura que regenta. Después armó un ejército privado de ciudadanos, alimentados por el resentimiento social, dispuestos a luchar por la causa.

Más adelante, exportó la revolución bolivariana, apoyando a Rafael Correa en Ecuador y a Evo Morales en Bolivia, quienes siguieron el mismo libreto de fanfarronear con hacer levantar a “su pueblo” contra los que se opusieran a sus ideas socialistas.

Ténganse fuerte en sus asientos porque lo que está a punto de vivir Guatemala, podría ser igual o peor a lo que ocurre en esos países, donde hay sectores multitudinarios de la sociedad que se dejan engañar con ilusiones de un mejor futuro y son una fuerza peligrosa que defiende absurdamente a una mujer populista que no respeta la ley.

Para nadie es un secreto que Sandra Torres ha recibido financiación de dudoso origen, incluyendo, en forma indirecta, dinero del Estado. Tampoco se ignora que empleó programas del gobierno para ganar simpatizantes, dando plata en efectivo y mercados con alimentos básicos a grupos familiares privilegiados. Así es fácil ser presidente.

Para completar la desvergüenza se divorció de su marido, Álvaro Colom, con el fin de burlar la Constitución que prohíbe a familiares del presidente aspirar a sucederlo. Por suerte todavía hay autoridades que respetan las leyes y se le negó la inscripción como candidata.

Pero ella, testaruda y obcecada por el poder, prosiguió la campaña presidencial y lo peor, oye consejos foráneos de enfrentar al pueblo “para que defienda su derecho” de ser elegida. Por otro lado, utiliza la influencia de magistrados en la Corte Suprema de Justicia, que evalúa en estos días su participación en la contienda electoral.

Ningún político puede ser insensato de pedirle a los que lo siguen confiadamente que salgan a las calles, como hizo Zelaya en Honduras, y que derramen sangre por ideales particulares.

En los últimos días, Torres quiere hacerle creer al mundo que miles de guatemaltecos la apoyan y para mostrar esa farsa como una verdad, acarrea de la provincia a Ciudad de Guatemala a despistados campesinos e indígenas, muchos de los cuales ni siquiera saben por qué están ahí.

Utiliza la infraestructura estatal y dinero cuyo origen es indeterminado, para pagarles un almuercito y entretenerlos con promesas falsas.

La hoy señorita Torres está dando un mal ejemplo de irrespeto a las leyes y a la autoridad que ya tomó una decisión sobre su destino, pero el hambre de poder enceguece a estos políticos populistas.         

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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