Mienten y la nariz les crece frente a la vista de los que siguen creyendo que un mesías los gobernó durante ocho años.

De una manera hábil y sórdida, Álvaro Uribe logró su plan de quedarse en el poder tras bambalinas. Con la maestría de un gobernante autoritario, manipuló a la prensa y a la opinión pública.
He escrito de esto con ironía pero muchos de mis paisanos lo ignoraron: Uribe trabajó de frente para mantener ese poder en la sombra.
Maniobró leyes para gobernar a discreción con la complicidad de una gran mayoría de congresistas, que pactaron en 2001, un acuerdo con paramilitares.
No dudo que él hizo cosas buenas, como acorralar a las Farc y que la minoría pueda ir a sus fincas. Pero por igual hizo cosas malas: Aumentó el desempleo y la pobreza de la mayoría. Protegió a narcos y paramilitares que él apoyó. Extraditó a los que amenazaban y sabían de sus andanzas del pasado en complot con ciertos mandos estadounidenses que no les conviene abrir la olla podrida del negocio de las drogas y las armas.
Ese tipo de caudillajes tramados no son saludables para las democracias.
Fijando su mando perpetuo arremetió con soberbia contra el ex presidente César Gaviria llamándolo “politiquero y oportunista” porque éste adhirió a Santos.
Reclamó como un padrino de la mafia, recordándole a Gaviria que su gobierno se asoció con los hermanos Rodríguez Orejuela, a través de “Los Pepes”, el grupo secreto que persiguió a Pablo Escobar con quien Uribe tuvo un trato no explicado.
Por otro lado, sin demeritar la acción militar contra la guerrilla, que se merece la fuerza de la ley por sanguinaria, suena extraño que, 8 días antes de las elecciones rescataran a 2 importantes secuestrados: un general y un coronel. No liberaron soldados rasos.
Siempre he sospechado que tras la guerra colombiana hay intereses malsanos y que, además, las Farc están infiltradas hasta el tuétano, para realizar “operaciones jaque” en los momentos útiles. Esa podría ser una de las razones por las cuales la subversión no se acaba. La otra es la venta de armas y drogas.
Uribe no sólo tendrá que ser investigado por intervenir en política, sino que, si Colombia es un país digno, deberá ser juzgado por los campesinos y líderes comunitarios desaparecidos y exterminados en su gobierno.
Un vecino, de los muchos que han huido del país por la violencia a pesar de la “seguridad democrática” de Uribe, opinó que los jóvenes detenidos por el ejército (casos aislados, según el gobierno) para matarlos y mostrarlos como éxitos militares los cuales se conocen como “falsos positivos” (civiles asesinados), se merecían morir porque eran ladronzuelos y vagos de la calle.
De acuerdo a un informe de la ONU, los “falsos positivos” podrían superar los 1,800 casos.
Esa es una inmoralidad que nutrió Uribe y perjudicará a Santos si conserva la línea de ofrendar sangre para que el dios pueblo calme su dolor ante los demonios marxistas.
Confío, como Gaviria, que Santos rectifique algunos manejos de Uribe, porque no es bueno vivir en un país donde el fin justifique los medios; donde el oscurantismo sea la manera de gobernar para obtener paz que, en el fondo, no quieren los que hacen la guerra.
Mienten y la nariz les crece frente a la vista de los que siguen creyendo que un mesías los gobernó durante ocho años.
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