
Ni soy anti Chavista por un asunto personal y tampoco contra-socialista. No tengo tendencias ni preferencias políticas. Me preocupa la gente.
El socialismo en algunos países europeos ha funcionado, perfecto o imperfecto como lo puede ser la democracia capitalista de acuerdo a quién y cómo gobierne.
El problema no es el partido. Son los líderes que pierden la noción de la realidad y desvían el camino de servir al pueblo y al desarrollo de las naciones.
Voy a repetir la frase del discurso de Simón Bolívar utilizada como caballito de batalla por los antichavistas: “La continuación de la autoridad en un mismo individuo frecuentemente ha sido el término de los gobiernos democráticos. Las repetidas elecciones son esenciales en los sistemas populares, porque nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo”.
En este tema Hugo Chávez discrepa con El Libertador: “los tiempos han cambiado”. Sus seguidores también redefinen la reflexión. Comentan, con la boca llena, que cuando Bolívar dijo que “las repetidas elecciones son esenciales”, legitima a Chávez, porque en los 10 años que lleva gobernando ha convocado a 15 comicios.
¡Qué democracia! Y lo resalto con ironía.
Tendríamos que ser retardados para no maliciar que él ansía quedarse en el poder, utilizando el sistema electoral, prometiendo que su “revolución bolivariana” será la panacea de los venezolanos, pero detrás se encubre el comunismo totalitario en marcha.
Algo similar puede pasar en Colombia, tirando a la derecha, donde Álvaro Uribe promete que sólo aspirará a la reelección si el pueblo lo quiere, pero de dientes para adentro se relame por un tercer período. Los fanáticos de Uribe me dirán que la comparación es odiosa, pero me refiero a la ambición por gobernar de ciertos dirigentes y al riesgo de que el pueblo permita que su líder se perpetúe a través de la democracia, convirtiendo su régimen en una dictadura, bien sea de izquierda o de derecha.
El poder engolosina y el dulce en exceso, como a los diabéticos, puede ocasionarles ceguera.
En el caso de Chávez, el camino será tortuoso para repetir el triunfo en 2012. La estructura de su “revolución bolivariana” está cimentada en fortalecer los objetivos socialistas y los precios del petróleo siguen bajando. De esa bolsa sale el bocadillo que engolosina a sus fogosos seguidores. Lo que el pueblo espera es recibir. Cuando la ayuda gubernamental disminuya y escasee el trabajo y la comida, la historia será diferente.
Por el bien del pueblo, Dios quiera que Chávez no tenga intenciones perversas y que las mieles del poder que lo volvieron a endulzar con ese triunfo dudosamente arrollador, a pesar del millón de votos a su favor (porque hubo abstención alta), no lo enfermen de un coma diabético que le haga perder la visión y lleve a sus compatriotas al abismo, temor que quita el sueño a sus rivales.
Aunque lo amargo para los adversarios no debería ser admitir que Chávez ganó. Lo triste es que los resultados electorales evidenciaron que Venezuela está dividida y la polarización es amenazante ahora.
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