Garrotazos a la dignidad del ciudadano común

Canciller de Honduras
Canciller de Honduras, Milton Jiménez

Cuando el mundo vio a través de YouTube la golpiza que la policía le dio a un hombre que parecía no estar en su control, no pude creer que fuera el Canciller de Honduras, Milton Jiménez, porque parecía una escena tragi-cómica sacada de cámara escondida.

Pero, poco después, mis dudas fueron aclaradas. Efectivamente fue una grabación hecha por un oficial de la policía de tránsito que pretendió poner en evidencia al Ministro cuando este aparentemente se defendía de una paliza.

Entonces, viajé a Honduras para conocer de primera mano lo que sucedió aquella madrugada del 30 de diciembre pasado en una calle cerca al estadio nacional de Tegucigalpa.

Jiménez fue detenido por una patrulla. Él acusa a los uniformados de maltratarlo, golpearlo y llevarlo a la fuerza al sitio donde normalmente mandan a reposar a los borrachos.

El Canciller admitió que conducía embriagado, pero no tanto para representar peligro. Algo que en Estados Unidos no le hubieran creído, porque las leyes sobre alcohol en este país son muy rigurosas.

Dejando al margen su rango, el problema aquí radica en la forma como fue tratado el ciudadano Jiménez y como se comportó él. Otro asunto es que, siendo un alto funcionario del gobierno y amigo personal del Presidente Manuel Zelaya, estuviera bebido y conduciendo peligrosamente por las calles, aunque él considere que no estaba suficientemente beodo para causar un accidente. Esa es una cuestión que ya resolvió renunciando a su cargo.

De ninguna manera se debe permitir que las autoridades abusen de su poder golpeando a un chofer borracho, enfermo o a cualquier transeúnte. Pero tampoco se debe consentir que un ciudadano intente agredir a los policías, muchos menos alegando que ejerce un cargo de servicio público.

Investigando, hallé varios casos similares de personas que fueron agredidas, vilipendiadas y humilladas por agentes de policía en Honduras, que nunca salieron a la luz pública, porque sus protagonistas, gente común o personas humildes, temían que tomaran represalias o nunca se investigara.

Otra queja que recibí en Tegucigalpa y la cual viví en carne propia y me dejó un sabor amargo, es la forma como se envolvieron los hechos con el manto oscuro de la desinformación, tanto sobre los protagonistas como sobre el incidente en sí.

La única entrevista oficial que obtuvimos fue con el propio Canciller, pero nadie quiso suministrar información de los demás implicados. Sólo apareció secretamente en el hotel donde me hospedaba, un oficial que dijo conocer todos los hechos, insistiendo en la veracidad de un rumor, el cual asegura que uno de los policías implicados tomó la decisión de suicidarse pegándose un tiro con su arma de dotación oficial, acosado por funcionarios del gobierno y “arrepentido de haber dado una paliza a Jiménez”. La decisión suena demasiado dramática. No pude comprobar la veracidad porque, aquel manto oscuro de la desinformación, siguió cubriendo los lugares donde iba a indagar.

Los gobernantes deberían aprender que al ocultar o no pronunciarse sobre los hechos, se genera en la ciudadanía el rumor y el chisme, más peligroso y perjudicial para el Estado, pero también para la prensa y la opinión pública que tienen el derecho a saber la verdad.

Por otro lado, algunos de nuestros países en Latinoamérica, necesitan revaluar las instituciones policiales. Las carencias son evidentes a simple vista.

Estos golpes propinados aparentemente con sevicia no afectaron sólo al ciudadano Jiménez (quien ejercía casualmente como Canciller) sino que los garrotazos fueron propinados a la dignidad del ciudadano común.

Hay lecciones después del incidente: la primera, se deben optimizar las condiciones laborales, sociales y humanas de los policías. Sus elementos generalmente son personas que no les pagan bien, tienen un nivel de educación elemental, no les garantizan seguridad médica y social y pocas veces reciben instrucción sobre derechos humanos; la segunda lección, generar conciencia para que haya una mejor relación entre autoridades y civiles; la tercera, hablar claro con la prensa y la cuarta, nunca manejen el carro borrachos y menos si representan al pueblo en el poder.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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