
Con la arrogancia y el desprecio que ostentan ciertos colombianos con ínfulas de burgueses, escuché a una mujer decir: “quien la manda a meterse a la selva… ella sólo buscaba votos”, refiriéndose al secuestro que sufrió la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, en febrero de 2002.
Guardé silencio, no por respeto a la pedante señora, sino porque enfrentar a ese tipo de paisanos enceguecidos, y tupidos por el orgullo, es una cruzada inútil. Ese tipo de personas creen tener la palabra de Dios, se jactan de saber de todo, opinan y destrozan a la gente, sin siquiera conocerla.
Supe también que a la madre de Ingrid, Yolanda Pulecio, la abuchearon en público porque ha pedido al Presidente Uribe ceder ante el intercambio humanitario de secuestrados por guerrilleros. Esa desunión lo único que logra es respaldar indirectamente a las Farc.
Conocí a Ingrid Betancourt, a comienzos de la década de los noventa, repartiendo condones en los semáforos de Bogotá para cautivar a los jóvenes. Muy pocos periodistas se interesaron en su proyecto político en aquella época y sólo hasta que en Univisión y en CNN la entrevistamos, los colegas colombianos la vieron, no sin antes criticarme y decir que eso era “mostrar una mala imagen de Colombia en el exterior”.
A pesar de esas diatribas absurdas, volví a entrevistar a Ingrid, quien hizo parte de una nueva generación de políticos, de esos que no venden su conciencia y enfrentan con arrojo a los cabecillas corruptos que se asociaron con el narcotráfico, robaron a la nación y se enriquecieron a costa del pueblo colombiano, desde las tribunas del poder legislativo y hasta del ejecutivo. Ingrid señaló, acusó y retó.
Al secuestrar a Ingrid las Farc creyeron tener en sus manos un trofeo. En su disparatada forma de lucha “en defensa del pueblo” (ellos dicen ser el ejército del pueblo) la mantienen cautiva para lograr un acuerdo humanitario. Piden la liberación de sus milicianos presos acusados de secuestro y asesinato, la mayoría de los cuales ya dijeron que no hacían parte de ese proyecto de “canje”. Prefieren pagar su pena y no volver a la guerra.
Últimamente las Farc están actuando más torpes que de costumbre. El primer error fue secuestrar y mantener cautivos a cientos de personas por años. En el caso de Ingrid por más de 6 años. Ella hubiera podido ser una buena interprete de sus “ideales” y facilitar una negociación. El segundo error de las Farc ha sido maltratarla, humillarla, castigarla y encadenarla como un animal. El tercer error fue mostrar al mundo lo que le hacen.
Con esa “prueba de supervivencia” de Ingrid perdieron, porque ella mandó el mensaje que quería, y sin saberlo los subversivos, mayormente ignorantes de la realidad porque están en la selva sometidos por cabecillas bellacos, entraron en un período de capitulación. Pero no se me entusiasmen, eso no quiere decir que la guerrilla se va a acabar. Al perder popularidad se volverán más agresivos y peligrosos.
Si en una batalla mueren mil guerrilleros no le haría tanto perjuicio a su estructura, como Ingrid lo ha hecho. Internacionalmente ya saben quiénes son esos malévolos integrantes del mentiroso “ejército del pueblo”.
De todas las batallas, es la más desastrosa y contundente de las que ha perdido ese grupo faccioso en los últimos tiempos, desde que resolvieron romper el “diálogo” (de sordos) con el Presidente Andrés Pastrana, quien les cedió un territorio tan grande como El Salvador o Suiza. Aquella vez escuché decir a Raúl Reyes: “la paz no se firmará en este gobierno, ni en el próximo, ni en 20 años”.
¡Pues claro! ¿Quién va a renunciar a un negocio de narcotráfico y secuestro del cual sacan provecho desde mediados de la década de los ochenta?
¿Pero por qué la guerrilla se ha ensañado con Ingrid? Conociéndola, seguramente es una de las pocas cautivas que se atreve a retarlos, así como los desafió cuando se internó en el territorio que los rebeldes ocupan y donde ella intentó asistir a un acto político.
Ingrid no saldrá de la selva diciendo: “gracias Tirofijo por mantenerme cautiva tantos años; gracias por permitir que conociera el infierno; gracias por alejarme de mis hijos y no verlos crecer; gracias por liberarme”. Ella expresará la verdad.
Entonces ciertas “señoras bien” de Bogotá, siempre criticonas y envidiosas, dirán: “está buscando votos, quiere ser Presidenta”.
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