Los muertos se levantan

¿A cuántos desaparecidos enterraron clandestinamente en Latinoamérica los gobiernos totalitarios, pretendiendo así proteger la seguridad nacional?

Latinoamérca

Para que se curen viejas heridas que no sanan, hay que abrirlas de nuevo, descubrir la infección, limpiarlas y volverlas a cerrar.

Las generaciones de hoy desconocen una trágica y criminal historia que padeció América Latina a partir de 1980 (en algunos países aún sigue activa).

La guerra fría estaba en auge y el comunismo amenazaba las débiles, y frecuentemente injustas, democracias.

Cuando se piensa en crímenes de Estado en Latinoamérica, la historia sólo señala las dictaduras militares de Argentina y Chile, pero muy pocos miran a los gobiernos democráticos como Colombia, Perú, Guatemala u Honduras, donde en los años 80 surgieron centros de torturas clandestinos, con la disculpa de que era por la “seguridad nacional”. Tampoco se habla de lo que ocurrió en Nicaragua, después del triunfo Sandinista. En ese tiempo hubo desapariciones, no tanto como en el gobierno del dictador Somoza, pero ocurrieron.

Mi comentario surge porque están sucediendo hechos significativos en Latinoamérica.

En Ayacucho, Perú, hallaron una fosa común. Se cree que hay por lo menos 120 esqueletos. ¿Cómo murieron? El Ejército peruano llevó allí, en 1984, a decenas de personas, engañándolas, diciéndoles que las protegerían del grupo maoísta Sendero Luminoso. Les pidieron hacer un hueco, las mataron por “sospecha” y las enterraron.

En dos décadas de conflicto en ese país, por lo menos murieron 70 mil peruanos. Muchos de ellos, inocentes campesinos y ciudadanos, atrapados en medio de dos fuegos, entre el  Ejército y “Sendero Luminoso” (que no tenía nada de brillante y el cual fue reducido en el año 2000).

Una comisión de la verdad, creada en 2003, investiga qué pasó en esa época y quiénes son responsables de las muertes. Se sospecha que la mitad fueron causadas por el grupo rebelde y la otra mitad por el Ejército.

En Colombia, la semana pasada fue detenido el General Iván Ramírez, a quien conocí como miembro de Inteligencia Militar en 1986. De esa unidad dependía la oficina de “operaciones especiales” o “gerencia”, encargada de trabajos ilegales.

En mi libro “Prohibido decir toda la verdad”, denuncio a Ramírez, a través de un testimonio. El Sargento Bernardo Alfonso Garzón, confesó que ese oficial, siendo Coronel, dio órdenes de capturar, torturar y desaparecer a personas izquierdistas, desde guerrilleros activos o amnistiados y sindicalistas, hasta candidatos presidenciales.

Según Garzón, Ramírez fue uno de los responsables de lo que ocurrió en noviembre de 1985, en el Palacio de Justicia, cuando militares recuperaron el edificio, asaltado por guerrilleros del M-19. En el momento en que los miembros de “operaciones especiales” entraron, detuvieron a simples empleados, los interrogaron, torturaron y desaparecieron.

El subalterno de Ramírez también reveló que durante varios años él (el Sargento Garzón) fue encargado de “evaporar” a personas relacionadas con la izquierda política y subversiva y sabe dónde están enterrados muchos de los desaparecidos de Colombia.

Actualmente toda la culpa recae sobre los paramilitares o autodefensas, pero en mi país la “guerra sucia” lleva activa 30 años. Estas “autodefensas” fueron entrenadas por órdenes impartidas desde la oficina de “operaciones especiales”, financiadas por narcotraficantes y con el apoyo logístico y táctico de miembros corruptos del Ejército. Mataban, sin juicio legal, a culpables e inocentes.

En Chile también se abren heridas. En los últimos días, 98 agentes del gobierno de Pinochet, fueron detenidos, acusados de participar en desapariciones y asesinatos.

En Argentina, un tribunal de la provincia de Córdoba, comenzó a juzgar al General Luciano Benjamín Menéndez, acusado de crímenes y violaciones de los Derechos Humanos.

¿A cuántos desaparecidos enterraron clandestinamente en Latinoamérica los gobiernos totalitarios, pretendiendo así proteger la seguridad nacional? ¿Quién fue responsable de la duplicación de esa táctica en Latinoamérica? Hay una extraña coincidencia sobre la cooperación de la CIA en esas unidades de “operaciones especiales”.

Las heridas no sanan porque los corazones de las familias de los muertos y desaparecidos no sienten paz. Para que las heridas se curen hay que desenterrar ese pasado y a las víctimas de las guerras sucias, exigiendo justicia. Que paguen los que deben.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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