Lo que pasa con el presidente colombiano Álvaro Uribe es que es hábil para poner de su lado a la prensa arrodillada ante su imperio, por miedo o porque saca provecho del momento histórico.

Colombia dio un ejemplo de que la democracia puede funcionar y el respeto al Estado de Derecho está por encima de intereses personales.
Al declarar la Corte Constitucional inexequible la ley que buscaba la re-elección de Álvaro Uribe, demostró que todavía se puede confiar en algunos ciudadanos a quienes se les ha dado la voz y el voto del pueblo.
Para bien de Colombia y de Latinoamérica y como una bofetada a Hugo Chávez y a los que pretenden eternizarse en el poder, se resolvió este dilema que tenía a Uribe con una “encrucijada en su alma” y a muchos colombianos con su propia disyuntiva.
Uribe demostró que es un varoncito al respetar la doctrina de la Corte. Su reacción, sin mencionar directamente el hecho para no comprometer su palabra, fue que “como hay que respetar la participación del ciudadano, también (hay) que respetar la norma constitucional y la norma legal”.
Ese talante de hombre con los pantalones bien puestos lo admiro de Uribe. Lo aplaudí cuando lanzó la frase a Hugo Chávez en la cumbre presidencial de Cancún, diciéndole “sea varón”, en el instante en que este intentó evadir un debate sobre el daño social que hace Venezuela contra Colombia al cerrar el comercio fronterizo. En este caso no fueron palabras soberbias, muy usuales en Uribe, sino una manera de enfrentar las cosas como hombrecito que es.
Dicen que Uribe no es mal gobernante porque da esperanza a los colombianos (en especial a la clase alta). Ha fomentado la inversión extranjera, aunque para ser fiel a la verdad, Colombia tiene ese beneficio desde siempre. En medio de la guerra la economía se fortalece para los ricos y poderosos.
Por otra parte, Uribe es un buen relacionista público internacional. En el exterior creen que acabó con la guerrilla, lo cual no es del todo cierto. La acorraló, retardando su avance, pero el mal sigue ahí.
También se cree que terminó con los paramilitares. Otra mentira. Un informe reciente de Human Right Watch registra que se reactivaron y están cometiendo crímenes horrendos.
Lo que pasa con Uribe es que es hábil para poner de su lado a la prensa arrodillada ante su imperio, por miedo o porque saca provecho del momento histórico.
Pero no se puede tapar el sol con un dedo. En el gobierno de Uribe suceden hechos que tendrán que ser juzgados en el futuro. Matan inocentes con el pretexto de perseguir a la guerrilla. Los “falsos positivos” son operativos militares en donde el ejército secuestra a jóvenes de las barriadas, los elimina y los exhibe en la prensa como guerrilleros abatidos en combate. Son crímenes de Estado.
Hay recordar que la guerrilla no es el único problema de Colombia. Si lo que quieren es sólo acabar la subversión, a costa de la vida de inocentes; si desean hacerse los de la vista gorda con el desempleo y la pobreza rampante, porque los costos de la guerra son muy altos, que continúe el uribismo, una forma de gobernar absolutista, a través de Juan Manuel Santos o Andrés Felipe Arias, los favorecidos por él.
Cada pueblo se merece su destino. Lo que preocupa de mis paisanos es que prefieren creerse una mentira que enfrentar la verdad, porque así fingen vivir en un jardín de rosas.
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