Patriotero, ciego y sordo

Sé que en mi país tenemos una sobredosis de “patrioterismo”, no de patriotismo. Ese fervor ciego y sordo no nos permite ser objetivos y ver la realidad, pero, además, como Uribe representa la democracia, mi amigo paisano tiene derecho a opinar.

Uribe Vélez

Lo primero que me advirtió mi paisano cuando nos sentamos a conversar tomándonos un café fue: “nunca hables mal de Álvaro Uribe frente a un colombiano porque te lincha”. Yo le respondí que no tenía por qué hacerlo, “me parece uno de los mejores presidentes de mi país”.

Comenzó a hacer un balance particular de las gestiones del presidente Uribe. Me dijo que un punto a favor es que su gobierno tiene a las Farc acorraladas y ganó mucho con el inteligente manejo de la crisis colombo-ecuatoriana, cuando el ejército mató a Raúl Reyes en el campamento fronterizo instalado con descaro y protección del gobierno de Ecuador; punto en contra, señala él: su arrogancia al no aprobar un acuerdo humanitario.

Eso no es cierto, le dije: Uribe ha estado a punto de ceder y lo ha hecho demasiado. Con las Farc hay que tener cuidado porque siempre han capitalizado esas coyunturas para fortalecerse, le recordé. Si Uribe despeja un territorio, ellos lo van a aprovechar para organizar rutas de narcotráfico e ingresar armas y pertrechos de guerra. Uribe ofreció hace poco liberar a rebeldes presos en cárceles, a cambio de que soltaran a los secuestrados.

El paisano asegura que lo que hace Uribe es un juego político, porque sabe que las Farc no aceptarán el canje inmediato. Además, soltar 700 guerrilleros de cárceles, no representa ganancia para las Farc, porque la mayoría de esos hombres ya no quieren volver a la guerra.

Punto a favor, su plan de seguridad ciudadana. Militarizando las carreteras, los dueños de fincas disfrutan de sus paseos sin temor al secuestro o la extorsión. Punto en contra, dice él, “es una protección para las minorías oligárquicas”. Esa palabra me sonó sospechosa. ¿Será que se volvió de izquierda?, pensé.

Punto a favor, las extradiciones de narcotraficantes. Punto en contra: “sólo extradita a los capos del Valle del Cauca, especialmente a los de Cali” “¿Y los de los nuevos carteles de Antioquia, de donde es originario el presidente, por qué son intocables?” “¿Por qué el gobierno no ha empezado a expropiar las tierras productivas a los narcotraficantes camuflados como paramilitares?”, me preguntó. ¡Yo qué sé! Con Uribe ni mi hablo, le respondí.

Punto a favor, su popularidad nacional, una de las más altas (sino la más alta) en la historia de Colombia. Punto en contra, “es por el amangualamiento, al borde de la complicidad, con ciertos sectores de la prensa”. “Son gobiernistas y con frecuencia ignoran las noticias que ellos creen pueden perjudicar la imagen del país, pero lo más grave es que ciertos colegas temen ser señalados, por criticar al Presidente y entonces se unen a la mayoría”.

Le doy la razón. Hay un ambiente “enrarecido”, como explican algunos colombianos, la polarización, el miedo de hablar en contra de Uribe y la confabulación. “Eso hace daño al derecho del ciudadano de recibir libre información”, insistió mi paisano.

En ese momento decidí irme porque prefiero no entrar en esas arenas movedizas y con tanta crítica al héroe Uribe Vélez, se me subió la cafeína. Cuando estaba a punto de lanzarle mi “tintico” encima, para defenderlo (una manera de linchamiento) reflexioné porque sé que en mi país tenemos una sobredosis de “patrioterismo”, no de patriotismo. Ese fervor ciego y sordo no nos permite ser objetivos y ver la realidad, pero, además, como Uribe representa la democracia, mi amigo paisano tiene derecho a opinar.

Él siguió ensañado con Uribe mientras yo me despedí confundido por la advertencia que hizo del linchamiento: “en los últimos meses aumentaron los asesinatos de sindicalistas, líderes populares y personas que manifiesten oposición a Uribe; hay desapariciones y toda esa perfección que muestran los medios de comunicación no es verdad”, me gritó.

No me convenció. Soy Uribista como el gran porcentaje de colombianos, que a pesar de saber que mantiene un pasado oscuro; patrocinó grupos de autodefensas (hoy llamados paramilitares); tiene familiares enredados en  investigaciones por paramilitarismo; aseguran que protege a ciertos de ellos y por ende a algunos narcotraficantes ocultos en sus organizaciones y dicen que su papá narcotraficó, por ahora lo prefiero a él como Presidente y no a otros corruptos que han gobernado a Colombia y mucho menos a los asesinos y secuestradores de las Farc, encabezados por “Tirofijo” y el “Mono Jojoy”.

Por el momento, soy “patriotero”, ciego y sordo como casi todos, aunque me actitud y posición suene irónica.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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