
Lo primero que haría como presidente de Estados Unidos es legalizar a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que viven bajo las sombras.
Porque si fuera el Obama prometedor de la campaña, sabría que visarlos acabaría con la esclavitud laboral, una cadena que lleva en su memoria genética africana. Al hacerlo, también impulsaría la economía de este país en bancarrota.
Pero como no soy Obama y al que cautivó a la gente quizás lo cambien, quiera o no quiera, le será difícil legalizarlos porque a ciertos empresarios les conviene mantenerlos en la sombra para explotarlos y enriquecerse a costa del sudor hispano.
Si yo fuera Obama, lo siguiente que haría es no esperar un día más y ordenar el retiro de las tropas en Irak, reconociendo ante el mundo que se equivocaron y que no había armas químicas ni nada por el estilo. Asimismo pediría perdón por los muertos causados injustamente.
Me percataría que los miles de billones de dólares que se emplean en la guerra, ayudarían a las familias que perdieron o están perdiendo su casa por la crisis inmobiliaria. Esa plata fortalecería las finanzas sin endeudar el futuro de la nación.
Pero como no soy Obama, el verdadero no puede dejar de pagar favores a los reyes del petróleo y de la guerra que les conviene continuarla. El plan codicioso de estos bandidos es crear conflictos lejanos y vender muerte.
Si yo fuera el Obama que conocimos en la campaña, continuaría por exigir a Raúl Castro y sus camaradas que democraticen a Cuba y dialogaría con el bufón de América Hugo Chávez, pero no dándole créditos sino comprobando, con la inteligencia y el carisma de Obama, que Chávez es un gobernante folclórico, bananero, y así los venezolanos enceguecidos, abrirían los ojos y lo tumbarían sin pensarlo dos veces. Si no lo logro, a ese aspirante a dictadorcito, lo atajaría no comprándole petróleo.
Notaría que los gobernantes de Cuba y Venezuela, aliados, podrían convertirse en un foco terrorista más amenazante que Al Qaeda, por tenerlos en el patio de atrás.
Pero como no soy Obama, no puedo deshacer sospechosos pactos del pasado o temores que tiene Estados Unidos de hurgar en Cuba, o esa falta de interés por ayudar a los vecinos sometidos. Tampoco hay ganas de abortar el nacimiento de una era comunista en Venezuela.
Si yo fuera Obama, traería a Latinoamérica las fábricas multinacionales gringas instaladas en China y fomentaría desarrollo agrícola, educación y salud.
Entendería que al generarle progreso al de al lado, aliviaría la miseria y así apagaría los arrebatos de vivir el “sueño americano”, el cual ya no existe.
Pero como no soy Obama, mantendrán ignorantes, hambrientos y sumisos a los latinoamericanos aunque sigan cruzando la frontera ilegalmente, porque de esa manera ciertos estadounidenses recibirán aquí los beneficio económicos de la pobreza de allá.
Si el verdadero Obama cumple aunque sea una parte de las promesas de campaña, cambiaría la historia, mucho más de lo que ya lo hizo al ser el primer presidente negro de Estados Unidos. Dios quiera que lo dejen gobernar y que no sea un lobo disfrazado de oveja, como dicen por ahí.
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