Los resultados electores en Estados Unidos son una regresión al pasado.

Lo que ocurrió en Estados Unidos en las elecciones recientes es un ejemplo de lo incoherente que es la democracia.
Los resultados son el efecto de una campaña mañosa y deshonesta liderada por la ultraderecha que trabajó puntillosamente a través de la prensa y usó el poder económico para mostrar a un Barack Obama peligroso, juzgándolo de comunista oculto.
Quieren culparlo sólo a él de la recesión que vive el país, del desempleo que supera el 9.6 por ciento y de la catástrofe inmobiliaria al registrarse un número récord de viviendas en ejecución hipotecaria porque la gente no pudo pagar los altos intereses.
Lo que se vive son las secuelas de un gobierno anterior maligno que inventó guerras costosas con mentiras y argumentos que sólo convencieron a George Bush, favoreciendo a capitalistas petroleros, a la industria militar y a la farmacéutica. También permitió que amigos y socios, potentados de Wall Street y banqueros, malversaran ahorros de la gente, lo que formó una burbuja financiera e inmobiliaria que explotó, no sin antes ellos esconder sus fortunas en el exterior.
Los responsables del impacto económico son otros diferentes a Obama, empezando por la ultraderecha que generó desconcierto contra el gobierno actual para retomar su posición de batalla retrógrada moralista, manipulando a los votantes.
Al apoderarse los ultraderechistas del Partido Republicano y por ende del control de la Cámara de Representantes a través de los resultados electorales, los planes sociales de Obama corren peligro de irse al traste, a menos que él, los demócratas ecuánimes y los republicanos moderados, se amarren el cinturón y enfrenten a esa legión de anacrónicos políticos que dice defender el bien de la gente.
El tono conciliador de Obama no debe confundirse con resignación.
La batalla más difícil será defender la ley de salud, amenazada por John Boehner, conservador de Ohio, quien se autoproclama la nueva voz de los estadounidenses, un crédito dudoso.
Otro frente es la reforma migratoria. Pronostican que la legalización de indocumentados no prosperará en manos de esa ultraderecha recalcitrante, la cual galopa ferozmente en el mundo (ejemplo: Europa), suscitando una pasión anti inmigrante como bandera nacionalista.
Será difícil para el gobierno luchar contra congresistas que lo tildan de izquierdista y que no permitirán que prosiga sus políticas sociales para generar empleo, mientras afecten el bolsillo de los ricos que representan y mucho menos lo dejarán proteger a las familias que perdieron sus casas en la rebatiña entre bancos, abogados y oportunistas, porque algunos de los ultraderechistas se usufructuaron del caos y son emisarios de los banqueros, cuyo corazón está en cajas fuertes de Suiza.
Latinoamérica también sufrirá porque la derecha extrema advierte que recortará las ayudas económicas (Plan Mérida en México y Plan Colombia).
Soplan vientos gélidos para Estados Unidos y su gente. Los resultados electorales son una regresión al pasado. Lo que lograron fue replegar el progreso y el desarrollo social, el cual pudiera haber enorgullecido a las futuras generaciones.
Ahora, lo que exhiben, es un trofeo de egoísmo.
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