Un gobierno que usó trampas para aferrarse al poder no es digno de la gratitud popular, pero Colombia es un país raro y amnésico.

Como de un botiquín repleto de píldoras para curar el antiuribismo, apasionados seguidores sacan remedios cuando surgen síntomas de algo que pudiera dañar al ex presidente Álvaro Uribe. Así lo hicieron durante sus gobiernos y ocurrirá mientras él siga siendo el rey.
El titular de prensa: «Uribe será investigado por escándalo de chuzadas», fue opacado por el de «Farc intentaron envenenar al ex presidente Uribe». Los uribistas, ante la tormenta que se avecina, emplearán inesperados efugios.
La mayoría de colombianos agradece a Uribe haberles regresado la esperanza arrebatada por los violentos; de acorralar a las Farc y de que en el mundo ahora los miren con más respeto.
Sin embargo, mis paisanos no pueden ocultar los trapitos sucios de ese gobierno; por ejemplo, los falsos positivos (secuestros y asesinatos para ponerlos como guerrilleros muertos en combate) y el espionaje telefónico («chuzadas») que pudiera haber sido ordenado desde el Palacio de Nariño.
Tampoco deben ignorar el escándalo de Agro Ingreso Seguro, subsidios para fomentar el desarrollo campesino, que acabaron en los bolsillos de familias de políticos y terratenientes, con un rasgo común: ayudaron a las campañas electorales de Uribe y, en algunos casos, tuvieron vínculos con paramilitares.
Y hablando de paramilitares, hay que seguir indagando hasta dónde el ex presidente sabía de la supuesta complicidad de su primo y amigos suyos, con estos asesinos y narcotraficantes. Algún día tendrá que revelarse si hubo una alianza con las autodefensas para llevarlo al poder en su primer mandato y a una gran parte del Congreso.
En estos días se supo que la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes investigará a Uribe por el espionaje a magistrados de la Corte Suprema y la Corte Constitucional, que estudiaban el proyecto de reelección, pero también por vigilar a periodistas y dirigentes de la oposición que objetaban su tercer mandato. Poco antes, Uribe mandó un mensaje en el cual asume la carga política y jurídica de su ex Secretario General, Bernardo Moreno, uno de los sospechosos de ese complot. ¿Será una triquiñuela?
Me acuerdo de los tiempos de Ernesto Samper, cuando ciertos implicados en el Proceso 8000 (aportes a la campaña presidencial por parte del narcotráfico), lo investigaron y lo absolvieron.
Un gobierno que usó trampas para aferrarse al poder no es digno de la gratitud popular, pero Colombia es un país raro y amnésico.
Hay quienes piensan que enjuiciar al ex presidente sería traicionarlo por su abnegación a la patria. La simpatía de los coterráneos indulta sus probables culpas, pero hago preguntas: ¿Los colombianos dormirán bien mientras hayan madres y viudas llorando a sus hijos y esposos desaparecidos o asesinados? ¿Mientras campesinos tuvieron que abandonar sus tierras (más de 3 millones de desplazados) porque los actores de la guerra se las despojaron?
El ex presidente Uribe hizo cosas buenas y es considerado uno de los mejores gobernantes de Colombia, pero nadie está sobre la ley y la justicia ni debe ser intocable, porque el Estado de Derecho yacería en un anaquel como un libro de ilusiones y engaños.
- Bajo censura, prefiero no escribir - febrero 28, 2015
- Carta a Nicolás Maduro - febrero 21, 2015
- ¿Los indignados al poder? - febrero 14, 2015