
Ecuador y Venezuela sacaron las uñas. Y no es porque sus pueblos quieran, sino porque quienes los representan lo demostraron en forma cínica, respaldando a los falsos revolucionarios colombianos, que reparten dolor y desolación a diestra y siniestra, incluyendo en esas naciones, donde extorsionan y secuestran.
Me encontré en Washington con Peter Romero, ex subsecretario para asuntos hemisféricos del Departamento de Estado de Estados Unidos, y le pregunté si Chávez, ante la intromisión en el conflicto colombo-ecuatoriano, confirmó ser cómplice de las Farc y me respondió que lo que busca es fortalecer su campaña de convertir al grupo rebelde en beligerante y sacarlo de la lista de terroristas. ¿Chávez será tan ingenuo de no saber la intención real de las Farc? “Chávez está utilizando la crisis colombo-ecuatoriana para vigorizarse” y lo hará de mil maneras, inclusive sembrando cizaña y vientos de guerra.
“El desplazamiento de tropas a la frontera es sólo publicidad. Ningún país de Latinoamérica tiene capacidad militar ni económica de invadir otra nación”, afirmó Romero. Otros aseguran que su intención es esconder la crisis social, a punto de reventar en Venezuela: no hay huevos, ni leche, ni carne en los supermercados. Yo pienso que Chávez, al enviar tropas a la frontera, resguarda a comandantes rebeldes ocultos en su territorio.
Chávez es astuto. Cuando lo conocí en Bogotá, escondiéndose después de intentar dar un golpe de Estado en su país en 1992, vivió en casa de un guerrillero, quien le dio techo, comida y seguramente lo adiestró en asuntos comunistas. Se hicieron promesas mutuas que parecen estar siendo cumplidas, como se evidenció con documentos hallados en el computador de Raúl Reyes.
Peter Romero me dijo, respecto a Ecuador, que desde 1993, cuando fue Embajador de Estados Unidos en Quito, las autoridades denunciaron que no tenían capacidad para contrarrestar a los rebeldes colombianos, que asolaban toda la región del norte de esa nación. Lo más fácil era tratar con ellos. Tal vez en esa época Rafael Correa conoció a ciertos insurgentes. No debemos olvidar que él fue miembro de las Fuerzas Armadas ecuatorianas.
Ese tono grosero de Correa, parecido al de Chávez, defendiendo a delincuentes y tachando de criminal a Uribe, suena incoherente aunque sospechoso. No sabemos si fue porque lamentó la muerte del amigo Reyes o lo hizo por instrucciones de Chávez, pero pareció como él, “deschavetado”. De Chávez se puede esperar todo, pero de Correa todavía creía cordura y más cuando se trata de la vida y la libertad de un pueblo vecino.
Finalmente ingresó a la pelea Daniel Ortega de Nicaragua, quien da pena ajena por sus comentarios ramplones y el apoyo a los terroristas, porque por lo menos Chávez tiene una agenda, pero Ortega es un títere del pretendido imperialista criollo, a quien yo llamo “el bufón de América”.
A pesar de esas fogatas que prenden estos mandatarios, las cosas parecen irse apagando en el centro del conflicto. En parte, gracias a la OEA, un organismo que pocas veces sirve para algo. Sin embargo, Romero dice que aunque lo que ocurrió en la OEA es una victoria para Álvaro Uribe, detrás se escondió una condena sutil a la violación de soberanía, sin sancionar a Colombia abiertamente.
Me pregunto: ¿qué más podía hacer Colombia si varias veces informó a Correa sobre la presencia del terrorista Reyes en ese país y jamás hubo intención de capturarlo? Aunque no estoy de acuerdo con invadir a buenos vecinos, el silencio fue elocuente.
Ahora Chávez y Correa no tienen escapatoria. Ellos parecen hacer parte del protectorado de las Farc, cercando a Colombia en forma amenazante.
A todos mi lectores les recuerdo que yo fui reportero en Colombia y conocí plenamente a los narco-guerrilleros de las Farc. No son gente buena, son malos, sin corazón y sin humanidad. No tienen ideología y tampoco quieren la paz. Lo repito: Raúl Reyes lo dijo cuando negociaba con Pastrana en 2001: “la paz no se firmará en este gobierno, ni el siguiente, ni en 20 años”.
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