Hay algo que huele mal en esta fiesta del billete. Sin duda los banqueros quieren roer el hueso hasta el tuétano, porque ellos no van a perder.

Adiestrado para atemorizar, el “negociador” fue perentorio: ¡en menos de treinta días hay desalojo si no recibimos pagos!” Y agregó: “Hablamos de su obligación con el banco, no de las otras 3 millones de personas que perdieron su casa por incumplidas”.
Fue la respuesta en el momento en que traté de ilustrarlo sobre la crisis económica que atraviesa Estados Unidos, similar a la gran depresión de los años 30 y por mi tesis de que yo era una hormiguita en la gran masa de familias que estamos a punto de perder una propiedad.
También le recordé que todo el dinero que los bancos están recibiendo sale del bolsillo de los contribuyentes.
Le dije que, a pesar de todo, yo podía pagar, pero necesitaba un plazo mientras cubría otros gastos generados por el acuerdo final de un divorcio. “Usted no tiene capacidad económica”, me respondió tajante, cuando le di la lista de mis gastos mensuales.
Recibí la noticia como un baldado de agua fría, aún peor, como un golpe en el estómago.
Otra “negociadora”, pareciéndose a una esposa egoísta que intenta ahorrar dinero para el botox o una cirugía estética, me sugirió en un diálogo posterior, que redujera los gastos de comida y que tratara de convencer a mi hija, estudiante universitaria, para que consiguiera un trabajo alterno.
Esa fue la gota que derramó la copa. El rayo que desató la tempestad.
Estuve a punto de gritarle ¡desalmados! ¡Quieren roer el hueso hasta el tuétano!
Me contó mi hermana Consuelo, que a su esposo, en un punto de la “negociación” que tuvo con el banco para salvar su casa, le sugirieron ir a pedir limosna a una iglesia, donde daban de comer a las familias “vergonzantes”.
Respuestas sin corazón, que son esgrimidas por muchos bancos, desde que se sintieron respaldados por el gobierno.
George Bush consiguió, en octubre de 2008, la aprobación del Congreso de un plan de rescate financiero por 700 mil millones de dólares. La última semana de enero de 2009, Barack Obama logró que la Cámara de Representantes le diera 825 mil millones más, para su plan de impulso económico.
Mi mamá decía: “mucho tilín tilín y poco helado”. Gigantesco rescate pero, ¿quién nos rescata a nosotros? En esta feria de dinero que se mueve bajo oscuros pasillos, hasta la industria pornográfica reclamó 5 mil millones de dólares, admitiendo que no se encuentra en peligro, pero que “es tiempo que el Congreso refresque el apetito sexual de Estados Unidos».
El sarcasmo de los pornógrafos fue un directazo a los banqueros mercantilistas estadounidenses que, con su apetencia voraz, se asemejan a las aves de rapiña.
Voracidad que creímos fue saciada por los altos ejecutivos de la banca, a quienes les otorgaron casi 1600 millones de dólares en sueldos, pagos extraordinarios y prestaciones. Por el lado del Banco de América, cuya “negociadora” me sugirió aguantar hambre, recibió 138 mil millones.
Hay algo que huele mal en esta fiesta del billete. Sin duda los banqueros quieren roer el hueso hasta el tuétano, porque ellos no van a perder. Pregunté a un abogado, el por qué de la intransigencia del banco de no recibirme el pago y le pareció extraña esa intolerancia, porque antes estaban siendo muy asequibles.
En mi caso se esconde un truco: la propiedad hace parte de un inventario que ciertos bancos entregaron a “otros prestamistas” con el fin de despojar de la vivienda al cliente, porque son de “valor apreciable en el futuro”.
Usan parte del rescate financiero del gobierno en salvar esos “tesoritos” que quedan en el mercado. Casi siempre son posesiones capitalizables y en buen estado. Guardan oro para revenderlo cuando el precio suba.
Recomiendo a las familias que sufren esta amenaza no dejarse amedrentar. Hay derechos legales y soluciones fáciles. En mi caso, contraté un experto en leyes inmobiliarias y ejecuciones de hipotecas (foreclosure), para defender lo que es mío.
El huesote que hay para roer, sin lugar a dudas todavía tiene carne para muchos, inclusive para mí.
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