Botox y silicona para conquistar fama y fortuna

Esa pasión por el oficio de periodista no la tienen aquellos primíparos que sólo buscan fama y fortuna y que han convertido la profesión en un mercado de senos grandes, piernas torneadas, traseros hermosos, cuerpos musculosos y bronceados, lo que se les vuelve una competencia de vanidades, ignorando el profesionalismo.


La estética y la fama
La estética y fama.

La obsesión de Andrea por llegar a ser célebre, la llevó en cinco ocasiones al cirujano plástico. Desde que era adolescente ambicionaba ser reina de belleza y modelo para cruzar la puerta grande y convertirse en presentadora de televisión, logrando la tan apetecida fama y fortuna.

Andrea estudió periodismo en una prestigiosa universidad colombiana, por cuya facultad de comunicación social se pasean exuberantes y bellas paisanas mías, con el sueño de ocupar un lugar preferencial en el mundo de la pantalla chica (y después de la pantalla grande, si lo logran).

Antes de llegar a Miami, en los últimos semestres en la universidad bogotana, Andrea dejó de asistir a varias clases (seguramente a la de ética) porque estaba convaleciente de ciertas operaciones estéticas: aumento de senos, corrección de nariz, liposucción y otros detallitos.

Además, esta aspirante a periodista, gastó mucho dinero y tiempo entrenándose en un gimnasio para moldear su cuerpo, una obsesión que se le acentuó cuando llegó a vivir a la plástica ciudad de Miami, notando que aquí es un patrón social.

A Andrea la conocí en los pasillos del canal de televisión donde trabajo, buscando empleo, literalmente, a cualquier precio. Se había divorciado de un matrimonio prematuro, el cual fingió para conseguir la residencia estadounidense y ganar estatus financiero. Vivía de las apariencias conduciendo un automóvil de lujo y portaba dos celulares con el fin de no perder ninguna oportunidad.

Como ella, decenas de jóvenes se alistan a participar en una carrera contra el tiempo para conseguir sus objetivos cueste lo que cueste, sufriendo una lastimosa cadena de consecuencias por la ambición, convencidas que la belleza artificial adquirida con Botox, silicona y cirugías, las ayudará a escalar en el mundo de la televisión.

Muchos jóvenes (mujeres y hombres) de las nuevas generaciones, han perdido el objetivo primario del periodismo: servir al bien común para lograr el desarrollo de las naciones. El periodismo de antes, el que conocí cuando me inicié en este oficio por allá en los años ochenta, se basaba en principios éticos y morales y ejercerlo se vivía como una verdadera pasión. La belleza no era necesaria, aunque sí la estética.

Esa pasión por el oficio de periodista no la tienen aquellos primíparos que sólo buscan fama y fortuna y que han convertido la profesión en un mercado de senos grandes, piernas torneadas, traseros hermosos, cuerpos musculosos y bronceados, lo que se les vuelve una competencia de vanidades, ignorando el profesionalismo, lo cual, en muchos casos, las (o los) descalifica para ser representantes del gremio. Confundir el buen periodismo con la belleza, es comenzar a prostituir el oficio.

Estoy de acuerdo en que la televisión sea estéticamente amable y que aparezcan mujeres hermosas y hombres guapos. Muchos de los que conozco son muy inteligentes e instruidos, pero hay ciertos personajes que se infiltraron en el medio, siendo incultos, sin capacitación y a quienes les importa poco enriquecer pedagógicamente a la audiencia. Los medios de comunicación tenemos una obligación con las comunidades a las cuales nos dirigimos: orientar y educar. Como autocrítica admito que la televisión de hoy se ha convertido más en un medio de entretenimiento que en formador de sociedades.

Yo le repito a ciertas amigos y amigas, que tienen obsesión de fama y ganas de fortuna, lo que decía Goethe: “serás lo que has sido”. Lo que guardes en tu cabeza, los conocimientos, lo leído nunca se pierde; con lo único que se queda el ser humano y que nadie le puede arrebatar, ni siquiera el tiempo, es lo aprendido en la vida, en cambio la juventud y la belleza quizás sean efímeras.

La última vez que supe de Andrea estaba promoviendo cremas para la cara en un centro comercial. La vi triste y desilusionada porque comprendió que derrochó mucho tiempo y dinero en su aspecto físico y descubrió que en la televisión, no hay cámara para tanta gente bella… “los demás son simples corresponsales”, como dice ella misma.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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