Ha fallado el sistema médico. Ha fallado el estricto y a veces insólito esquema de seguridad de los Estados Unidos que no nos permite ni siquiera subir una botella de agua a un avión y está fallando la ciudadanía que todavía ve lejano el peligro aunque pudiese toparse frente a frente con él en cualquier lugar público del mundo.

Fallaron y siguen fallando, mientras el mundo observa incrédulo cómo una epidemia pudiese convertirse en pandemia en un dos por tres.
Lo que más preocupa es que el virus del ébola se expande de una forma nunca antes vista y la respuesta global es lenta, y peor, no dicen toda la verdad, quizás para no causar pánico, pero tenemos el derecho de saberla.
La Organización Mundial de la Salud –OMS- señala que el ébola no ha sufrido mutaciones, sin embargo, expertos ajenos a los intereses políticos recuerdan que esta infección es como una “ruleta genética”; es un virus ARN, lo que equivale a que se copia y tiene una o dos mutaciones cada vez que alguien lo contrae y podría llegar a una evolución de contagio por vía respiratoria.
Cuando el liberiano Thomas Dunkan subió a un avión con rumbo a Dallas, habían muerto más de 3 mil personas en África y hoy la cifra supera las 4 mil. Él mintió cuando le hicieron las preguntas de seguridad al salir de su país y por esa razón muchos dudan: ¿Fue un plan para sobrevivir pensando que los gringos tenían mejor atención médica?, o ¿maliciosamente quiso propagar la enfermedad, como efectivamente puede estar ocurriendo? Finalmente este paciente murió.
Ya se sabe cómo se contagió el liberiano, ayudando a una mujer embarazada a buscar un hospital. Lo que sorprende es la forma fácil como ingresó a territorio estadounidense, comprobando la vulnerabilidad que hay ante posibles ataques biológicos del terrorismo.
Frente a esto el margen de seguridad es mínimo, dicen los expertos. Desde mediados de 2013, la CIA y el Departamento de Defensa han recibido información sobre la probabilidad de un ataque bioterrorista y lo han advertido, pero la burocracia se niega a creerlo.
Con el ébola hay una cadena de errores: falló el servicio de inmigración y control de aduanas de los Estados Unidos; se equivocaron los médicos del hospital de Dallas, que con los antecedentes mortíferos en África, mandaron al liberiano a casa con receta de aspirina, quien después vomitó en la calle y tuvo contacto con varias personas antes de que lo recluyeran en una unidad aislada.
Otro error ocurrió en España donde no se tomaron las precauciones debidas en el caso del religioso Manuel García Viejo. Una enfermera se contagió después de atenderlo. ¿Quién fue responsable? Los sindicatos españoles descartan un error humano y denuncian un fallo en el protocolo, pero se supo que la mujer cometió una pequeñísima omisión al quitarse el traje protector después de manipular material y ropa contaminada que debía ser incinerada.
Mientras discuten quién es culpable de la cadena de errores y en España sacrificaron al perrito de la enfermera por precaución, el ébola se expande en África con una velocidad de duplicación mensual, de acuerdo a una alerta de la ONU, por lo que este organismo advierte que la respuesta a esta crisis de salubridad pública necesita ser 20 veces mayor de los que fue a comienzos de octubre. Las cifras para enero de 2015 son escalofriantes: entre 537 mil y 1,4 millones de afectados. Resultará catastrófico para la economía y para el futuro de la humanidad.
El ébola no es para bromas. Dos casos chocantes, uno del consejero de Salud catalán, Boi Ruiz, quien dijo en una reunión del parlamento: “Vengo de Madrid, si quieren pueden abandonar la sala”. Esto demuestra “el poco rigor político y mediático”, indicó un artículo de ABC. El otro caso es de un pasajero que estornudó en un vuelo entre Philadelphia a Punta Cana y gritó que tenía ébola. El vuelo fue desviado al activarse los protocolos de emergencia y el individuo arrestado. La paranoia apenas comienza y está en aumento.
Repito: ha fallado el sistema médico. Ha fallado el estricto y a veces insólito esquema de seguridad de los Estados Unidos que no nos permite ni siquiera subir una botella de agua a un avión y está fallando la ciudadanía que todavía ve lejano el peligro aunque pudiese toparse frente a frente con él en cualquier lugar público del mundo.
Imagínense la vulnerabilidad en América Latina donde muchos mueren en las puertas de los hospitales sin alcanzar a ser atendidos.
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