Aunque los médicos recomiendan lavarse las manos de manera constante para reducir la posibilidad de contagios, pronto aparecerán misteriosamente otras enfermedades que ni el jabón ni el agua las eliminarán.

La humanidad tendrá que cambiar los hábitos y las costumbres sociales como, por ejemplo, reducir o eliminar los besuqueos, los estrechones de manos, los abrazos y cariños que hacen parte de la vida cotidiana.
Así como el Sida modificó el estilo de vida sexual a partir de los años ochenta, las nuevas enfermedades como el ébola y el chikunguña, que parecieran surgir de la nada pero no es así, cambiarán las rutinas sociales y las cortesías en esta segunda década del siglo 21.
A pesar de que me resigno al futuro por venir, ese tema me inquieta y me despierta mi lado desconfiado: ¿De dónde surgen estas enfermedades?
Los primeros brotes de ébola fueron en aldeas remotas de África, pero cuando el mal saltó a Europa y a los Estados Unidos por una extraña razón epidemiológica, comenzaron a intranquilizarnos y a meternos en nuestra mente el peligro que corremos. El pánico vende. El pánico al terrorismo, por ejemplo, nos hace consentir las guerras. El pánico a sufrir padecimientos raros, nos hace vacunarnos y comprar medicamentos costosos.
Pocos se han cuestionado por qué ese tipo de enfermedades mortales aparecieron primero en África, un continente que siempre ha sido despreciado y olvidado por el resto de la humanidad y donde mueren a diario cientos de niños por física hambre y plagas increíbles.
A mi no me vengan con cuentos de que esto es una casualidad del destino o que ahora vivimos en una aldea mundial donde cualquiera viaja en avión y transporta virus y bacterias en su cuerpo.
Sospecho que pudiesen haber manos criminales y espero que la historia nos responda estas preguntas más temprano que tarde: ¿Son armas biológicas experimentales que se salieron de control? ¿Qué países, cuáles científicos y qué laboratorios farmacéuticos pudiesen haber hecho pruebas en la población africana? ¿Hay premeditación para vender medicamentos?
Respecto al ébola, la información es ambigua; por un lado nos dicen que todo está bajo control, pero, por otro, nos anuncian que esa fiebre hemorrágica tiene una tasa de letalidad que llega hasta el 90% y que se contagia a través de contacto directo con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales.
Si vamos en un avión y alguien enfermo usa el sanitario inevitablemente quedan residuos corporales los cuales podríamos tocar sin darnos cuenta. En un recinto cerrado, por ejemplo, si una persona estornuda, por más que quiera evitarlo, salen gotas de saliva a una velocidad de entre 70 a 150 kilómetros por hora o más.
Hay otras enfermedades, menos letales, pero igualmente rentables para los laboratorios farmacéuticos, que me hacen cuestionar: ¿Por qué la cifra de contagiados por gripa común aumenta cada año en vez de reducir con la vacuna? ¿Por qué nos enfermamos más cuando nos vacunamos? ¿Cuántas drogas compramos al año para reducir los síntomas de esas gripas?
Los medicamentos se venden como dulces y nosotros en el presupuesto del hogar, en muchos casos, gastamos más en medicinas que en comida.
Ya nos están preparando para meternos una vacuna contra el ébola que le valdrá una fortuna a los gobiernos y a los pacientes, porque de eso se trata: negocios.
Según la Organización Mundial de la Salud –OMS-, esa inmunización contra el ébola podría estar lista para finales del primer trimestre de 2015. En ese tiempo los muertos habrán sido millares y los gastos en salud, millonarios.
Aunque los médicos recomiendan lavarse las manos de manera constante para reducir la posibilidad de contagios, pronto aparecerán misteriosamente otras enfermedades que ni el jabón ni el agua las eliminarán.
Creo que el peligro que corre la gente no es solo por la enfermedad. El peligro son los seres humanos llenos de codicia y de avaricia, a quienes no les importa el daño que hagan con tal de engordar sus cuentas bancarias secretas en paraísos fiscales.
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