Quien usa el chantaje emocional para conseguir sus objetivos manipuladores o lo hace para hacer sentir culpable a su pareja, por ejemplo, de ser mala madre o mal padre, es también despreciable.

María Claudia Castaño, una joven de 21 años, quien murió de un disparo en la cabeza, aparentemente por suicidio. Su marido, el concejal de la ciudad de Cúcuta en Colombia, Julio Vélez, es sospechoso del crimen y prófugo de la justicia colombiana. A la fecha de esta columna es buscado por la Interpol.
Quien levanta la mano una vez para golpear lo vuelve a hacer, no tenga la menor duda. Hay que mantener eso muy claro en una relación de pareja antes de ocultar el maltrato físico y sicológico. El silencio se puede volver cómplice y llegar a extremos como la muerte.
A propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el cual se conmemora este mes de noviembre, recuerdo dos casos emblemáticos. El primero es el de María Claudia Castaño, una joven estudiante de derecho, de 21 años de edad, esposa de un concejal de la ciudad de Cúcuta en Colombia, llamado Julio César Vélez, quien dijo que ella se suicidó.
El 17 de abril de 2010, María Claudia murió de un tiro en la cabeza. Lo extraño es que siendo diestra se disparó con la mano izquierda y su marido, para llevarla a la clínica, la envolvió en una sabana y la transportó en el baúl de su carro. Vélez fue acusado por la muerte de su esposa y a la fecha de esta columna es fugitivo, buscando por la Interpol.
El segundo es el caso de Cristina Siekavizza, ama de casa guatemalteca que desapareció en julio de 2011 después de un supuesto altercado con su marido, Roberto Barreda, quien fingió buscar a su mujer, participó en marchas y lloró en público, hasta que fue descubierto y huyó a México con sus hijos. Finalmente lo capturaron en octubre pasado y será juzgado en su país. Vivía con otra identidad como un paisano sin culpas en Mérida, Yucatán.
La forma horrenda como habría muerto Cristina todavía es un misterio, aunque el testimonio de una criada relata un episodio sangriento adentro de la casa Barreda-Siekavizza. Al parecer, él la golpeó múltiples veces con un instrumento contundente y la sepultó en un lugar desconocido. Él dice que pronto se sabrá la verdad.
Los casos mencionados probablemente tuvieron antecedentes de maltratos sicológicos y hubo silencio.
Hay otros tipos de maltrato, no solo el físico. Quien usa el chantaje emocional para conseguir sus objetivos manipuladores o lo hace para hacer sentir culpable a su pareja, por ejemplo, de ser mala madre o mal padre, es también despreciable.
Mienten porque creen que es una manera benigna de sentirse menos responsable del mal que hacen con su egoísmo, pero, en el fondo, es otra forma de agresión. Una acusación falsa es un ultraje tan dañino como un golpe. Los que inculpan a su pareja de un inexistente o imaginario evento con el fin de vengarse o tomar revancha. Esa es una intimidación a la cual ciertos sicólogos se refieren como sorda, muda e invisible.
Hacer sufrir a la persona por asuntos económicos es otro eslabón de la cadena de maltratos; amenazar con abandonar a una pareja constantemente o chantajear con los hijos.
Lo peligroso es que muchos de los casos pudiesen terminar en actos de violencia, porque el que maltrata sicológicamente no le temblará la mano para golpear.
Podría repetir las cifras de muertes y denuncias por ataques que acumula la oficina especializada de las Naciones Unidas a nivel mundial, pero como dice el eslogan de la campaña contra la violencia intrafamiliar no son cifras sino vidas humanas las que están en juego.
Lo que si no está de más reiterar es que un golpeador, o una golpeadora (O el que chantajea con los sentimientos) lo hará de nuevo. Darle una nueva oportunidad a quien usa la violencia física o sicológica para mantener el control y amedrentar a la familia, favorece la impunidad y permite que lo vuelva a repetir.
Hay que mantener viva en la mente la idea de que estar bajo amenaza es vivir en un infierno y bordea los límites de la complicidad cuando el silencio embarga.
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