Facebook… ¿Quieres ser mi amigo? ¡No, gracias!

¿Quieres ser mi amigo? ¡No, gracias! ¡Soy diferente, en busca de una vida tranquila; no administro una bolsa de empleos; no cambio favores para hacer famosas en televisión a jovencitas y tampoco pago deudas de más de 20 años, ni siquiera de 10. Esos amigos (amigas) dudosos (dudosas) y los viejos adeudos los (las)  liquidó el tiempo.

Facebook

Mi hija de 21 años, Carolina, exitosa estudiante de diseño de modas, ha conseguido codearse con destacados colegas y relacionarse con personas de su interés profesional en la famosa página de la Internet “Facebook”. También se reencontró con viejos amigos perdidos en el exilio, el cual sufrimos como familia hace 7 años, después de un atentado contra mi vida en Colombia.

Ella me persuadió de vencer mis temores, pero especialmente de olvidar la paranoia que deja la persecución por ser un periodista independiente. Un día, no sólo deseando estar a la vanguardia en la tecnología, sino aburrido de dar vueltas en las mismas páginas de la Internet, seguí su consejo y me inscribí, como un adolescente ansioso en busca de popularidad y compañía para aliviar la soledad. Me cambió la vida. Lo confieso sin pena.

Un par de horas después de entrar a “Facebook”, comencé a sentir sensaciones de notoriedad amplia y la grata emoción de participar en una comunidad sin límites. Ese “libro virtual de caras”, me ha confirmado que el mundo es muy pequeño.

La primera sorpresa fue recobrar amistades; viejos compañeros de colegio y universidad, algunos que creía muertos y otros que pensé estaban en la cárcel, porque se volvieron narcotraficantes después, cuando la ambición y el egoísmo los cegó.

La segunda sorpresa fue ver cómo la gente joven tiene objetivos positivos: campañas para denunciar a la guerrilla de las Farc como terroristas; grupos ecológicos preocupados por el calentamiento global; feministas trasnochadas y feministas modernas (mi hija entre las segundas).

La tercera sorpresa es que aparecieron viejas deudas. Por ejemplo, una que adquirí con un amigo de barrio, de origen judío, quien me prestó 70 pesos hace 30 años para una de las ediciones del periódico escolar que yo dirigía. El fungió como inversionista para comprar el papel y la tinta del mimeógrafo (los jóvenes investiguen la palabra en la Internet). Le dije que el periodiquillo quebró y yo lo busqué para pagarle su plata, pero al saber que él había emigrado para ser rico en otro país, decidí donarla. Él no me cree y ahora persigue recobrar un dineral.

La cuarta sorpresa fue descubrir desviados sexuales, muy cerca de nosotros y no se notan. Por ejemplo, otro viejo amigo tiene un club donde difunde fotos y videos de mujeres haciendo el amor y recomienda inscribirse en ese círculo de machos que idealizan con tener a dos o más en la misma cama.

La quinta sorpresa fue sentir que atraigo a jóvenes menores de 25 años: “quieres ser mi amigo”. Voluptuosas, amables y sensuales, capaces de hacerte creer que eres un hombre aún atractivo y todavía eficaz en los jardines de la conquista amorosa. “Carne fresca” como diría mi ex amigo pervertido.

Cuando le conté el éxito a mi hija me derrumbó mi fantasía sin consideraciones: “papi, no te ilusiones. Ellas sólo te buscan porque eres reconocido y quieren que las ayudes a salir en la televisión”. Arrasado mi sueño, pensé eliminar el proverbio que coloqué con tanta ilusión en “Facebook”, porque a estas alturas pasó de ser una buena frase a una vergonzosa, puesta por un hombre maduro tratando de aparentar juventud: “El hombre es tan joven como la mujer que ama”.

También surgieron novias resentidas de mi adolescencia, quienes reclaman amores desdeñados: “yo te gustaba muchísimo y me perseguías”, me escribió una; otra más: “acuérdate de las tardes dominicales que pasamos escondidos en el granero de la finca de mi tía en Ginebra la que hacía dulce de “manjar-blanco” y tú me prometías que en tu vida yo sería una golosina como ese caramelo que hervía en la paila”. ¡Qué vergüenza esa cursilería! “Devuélveme mi corazón ¡canalla!”, escribió otra que espero haya sido en broma“.

Ciertas de ellas, ahora cuarentonas como yo, con hijos, algunas divorciadas o fracasadas en su relación, pretenden revivir lo que yo había olvidado y no deseo resucitar. ¡Ni más faltaba!

¿Quieres ser mi amigo? ¡No, gracias! ¡Soy diferente, en busca de una vida tranquila; no administro una bolsa de empleos; no cambio favores para hacer famosas en televisión a jovencitas y tampoco pago deudas de más de 20 años, ni siquiera de 10. Esos amigos (amigas) dudosos (dudosas) y los viejos adeudos los (las)  liquidó el tiempo.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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