No me preocupan las advertencias de que con tanto reportero ciudadano el oficio de periodista pudiese desaparecer, porque lo que garantiza la credibilidad es la veracidad. Lo preocupante aquí es el descontrol, la inmoralidad y la ceguera de quienes dan por hecho que la Internet es la última palabra.
Esta imagen de una sirena hallada en una playa de Veracruz, México, dio la vuelta al mundo.

Esta semana comenzaron a circular en varios diarios del mundo, incluso en el prestigio periódico ABC de España donde leí la noticia, fotos muy convincentes sobre la aparición de una misteriosa sirena en las playas de Veracruz, México.
Las sorprendentes imágenes sirvieron para que los fanáticos de lo paranormal difundieran en redes sociales el importante hallazgo científico, rompiendo la leyenda mitológica.
La Internet es una fuente constante de noticias y es la plataforma para divulgar, promover, vender, criticar y hasta para atrapar incautos. Por eso le llaman red.
En estos días de vacaciones he estudiado las redes sociales, sin ningún afán académico, solo por curiosidad, y mi conclusión es que me causan más temor que gusto.
Empecé por analizar a los “youtubers” o blogueros, una comunidad de personajes tan raros como encontrar una sirena en una playa. Los hay desde didácticos, chistosos, insultantes y hasta anormales. Estos últimos abundan más.
La facilidad de subir y compartir videos en la Internet ha multiplicado ese fenómeno. Ellos son seguidos por miles de personas desocupadas (como yo en estas vacaciones) que buscan entretenerse, aprender o censurar. Lo más común que hallé fue a perdedores dando opiniones ramplonas y confusas y a los que ven conspiraciones por todas partes.
Los principales youtubers provienen de los Estados Unidos, México y Colombia, países donde el afán por ser famosos se inculca en ciertas familias desde la cuna. Crecen soñando que serán cantantes, modelos, actores, presentadores de televisión y hasta comediantes y la Internet es la plataforma ideal para cumplir esos sueños, no importa que para lograrlo hagan el ridículo, vulgaricen el idioma, rompan las leyes y pisoteen la moral.
Todos quieren llamar la atención en las redes sociales. Anuncian sus teléfonos y correos electrónicos con el afán de conseguir amigos exponiendo su seguridad e intimidad.
Instagram y Twitter son vitrinas del egocentrismo. El pabellón del narcisismo y la egolatría. La competencia por ser vistos y reconocidos sobrepasa los límites de la vanidad y muchos ofrecen sus poses más sensuales y eróticas para atrapar la atención de los internautas, porque entre más vulgar y obsceno sean, más seguidores tienen.
Algunos suplantan identidades de famosos; otros crean perfiles falsos, aprovechando la libertad y la clandestinidad que dan las redes sociales, para insultar y difamar cuando la revancha invade sus corazones vengativos.
Encontré a una bloguera quien aconseja cómo tener sexo y cobrar por eso. Otra que indica cómo embarazarse sin perder al novio en el intento. Hay youtubers que enseñan a robar, a fabricar bombas, a ser infieles, a hacer trampa en los exámenes y los más populares son quienes dan tutoriales de belleza, porque la vanidad es el pecado más común de la gente.
¿Y por qué ha crecido el número de estos youtubers? Porque, además de fama, ganan entre 50 a 2 mil dólares diarios por el número de reproducciones de su contenido.
Es fácil hacerlo. Casi todos los celulares tienen cámara y los que desean parecer profesionales, compran la GoPro, una pequeña camarita, popular por su bajo costo y calidad de video. Algunos la instalan en el tablero frontal del carro o se la colocan como diadema en la cabeza, esperando grabar un incidente peligroso o jocoso y “colgarlo” en YouTube con el fin de alcanzar miles de “Me gusta” y hacerse famosos.
No me preocupan las advertencias de que con tanto reportero ciudadano el oficio de periodista pudiese desaparecer, porque lo que garantiza la credibilidad es la veracidad. Lo preocupante aquí es el descontrol, la inmoralidad y la ceguera de quienes dan por hecho que la Internet es la última palabra.
Si creemos todo lo que vemos en la Internet, la sirena de Veracruz dejaría de ser una leyenda mitológica, convirtiéndose en real, sin advertir que las imágenes divulgadas como ciertas, fueron las mismas de la muñeca de silicona que creó el artista del maquillaje, Joel Harlow, como efectos especiales de la película “Piratas del Caribe”. ¡Plop!
- Bajo censura, prefiero no escribir - febrero 28, 2015
- Carta a Nicolás Maduro - febrero 21, 2015
- ¿Los indignados al poder? - febrero 14, 2015