Los hombres berreamos por “cosas de machos”, asegura la tesis de marras. Donde hay compasión y solidaridad ahí lloramos.

En los peores momentos de mi vida, cuando fui incapaz de resolver algo o sentí una pérdida grande, las lágrimas se escurrieron por las mejillas sin control.
No me da vergüenza admitirlo, más aún en esta época donde los hombres rompimos los estereotipos machistas y hemos visto berrear a los más viriles exponentes del género masculino.
Desde niño escuché a mamá y a mis tías decir: “llore mijito, desahóguese”, pero siempre me pregunté si servía para algo. Según ellas era bueno y lo hacían con frecuencia como quien va al sanitario.
Ahora resulta que llorar, además de hacerlo ver a uno feo, es una pérdida de tiempo. De acuerdo a Elisabeth Messmer, una oftalmóloga de la Universidad Ludwig Maximiliam de Munich, Alemania, «No hay evidencia de que el llanto tenga un efecto catártico. Rara vez una persona se siente mejor después de llorar».
Messmer realizó un estudio para la revista Der Ophthalmologe, donde también se concluyó que las lágrimas no sirven para eliminar toxinas, como creen algunos médicos: «No hay claridad suficiente sobre cuáles son las causas fisiológicas del llanto y su función desintoxicante».
El análisis indica que las mujeres lloran en promedio una vez cada seis días, alrededor de 64 veces al año, con un tiempo de duración de 6 minutos. Nosotros, en cambio, soltamos lágrimas cada 21 días, unas 17 veces al año. Con una duración de 4 minutos. Los datos me parecen muy genéricos. Tengo entendido que los hombres ahora lloramos más y hasta en público.
Antes de los 13 años niños y niñas lloran por igual.
Por una inaudita motivación, a los «jocosos» alemanes les ha dado por estudiar con delirio este asunto del llanto. El Instituto Gewis de ese país reveló, en otro análisis, que 8 de cada 10 mujeres lloran por lo menos en una ocasión de su vida por culpa de un mal corte de cabello.
En eso tienen razón. Yo he visto botar “lágrimas de cocodrilo” por uñas partidas; porque cerraron el almacén donde habían rebajas “de infarto”; porque el novio de la prima de la amiga le puso cuernos; porque el marido no se dio cuenta que cambió el color de cabello y hasta por sentir un orgasmo. No se escandalicen ni se extrañen, es normal en ciertas mujeres como una forma de liberar tensiones.
Aparte de la curiosidad del llanto orgásmico y en relación a la vida cotidiana de la mujer, el estudio revela que cuando lloran es parte de un acto individualista, por la autoestima, por creer que tienen defectos o la sensación de que sus conflictos no se solucionan.
Los hombres berreamos por “cosas de machos”, asegura la tesis de marras. Donde hay compasión y solidaridad ahí lloramos. También en situaciones que afectan la integridad de las personas, el fin de una relación e incluso una historia dramática de cine o televisión.
Aunque he visto sollozar más mujeres que hombres en esos casos.
Dejémonos de tantos análisis inútiles. Este asunto de las lágrimas es humano y no creo que los científicos puedan desvelar el auténtico origen del llanto que conjuga una gama de emociones indescifrables.
Sea físico, cultural o de género, ¡qué bien se siente cuando uno llora a moco tendido, sea por tristeza o felicidad!
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