No es solo una llamarada de tusa

Protesta en Guatemala - Raúl Benoit
Multitud en Guatemala; protesta ‘caso Rosenberg’. Foto: Vanguardia.

Marcela Marroquín, quien participó en la marcha contra el gobierno de su país, es una colega guatemalteca que tiene el sentido social y humano cincelado en su espíritu. Ella me confió que estaba desilusionada porque ciertas personas cercanas parecían haberse arrepentido de ir a esa protesta del domingo 17 de mayo, en la Plaza Italia en Ciudad de Guatemala.

Argumentan que no creen en el movimiento popular nacido de la espontaneidad ciudadana en Facebook. Dicen que carece de líder y que la gente se cansará y todo seguirá igual, aunque la convocatoria logró reunir 35 mil firmas para pedir la renuncia del presidente de la república Álvaro Colom.

El enojo popular surgió al conocerse el video donde Rodrigo Rosenberg, un abogado asesinado a bala, anunció su muerte y acusó al presidente y a funcionarios de su gobierno de ordenarla o de ser cómplices de ese crimen y el de los industriales Khalil Musa y su hija Marjorie.

A raíz de estos hechos, Guatemala vive una de las peores crisis de su historia. Lo triste, sin restar importancia a estos viles asesinatos, es que el país registra decenas de muertos diarios por la violencia que genera el narcotráfico y la delincuencia y sólo hasta ahora comienzan a levantarse las voces, mientras por las otras víctimas se guardaba un aparente silencio.

¿De qué adolece Guatemala? No es sólo de la corrupción la cual muchos ignoran sabiendo que existe; tampoco del desgobierno actual o el vacío institucional evidente; mucho menos sufre por los pañitos de agua tibia para tapar la violencia; o por la complicidad de políticos con ladrones y criminales. Lo peor son los miembros de la sociedad adormecidos, indiferentes o temerosos, y quizás algunos con intereses particulares, esperando pescar en río revuelto.

Aunque el despertar está comenzando (se demostró con la manifestación en la Plaza Italia), hay un sutil reflejo de apatía por las dudas ante los hechos revelados por el abogado Rosemberg. Pocos entienden el trasfondo de la verdad. Acusan al presidente de matar a un empresario a quien le ofreció un cargo oficial pero no hay una explicación lógica de ¿qué habría pretendido ganar al hacerlo?

En los tinglados emergen unos funcionarios de la entidad a la cual llegaría el industrial candidatizado por Colom. Semanas antes de asesinarlo, lo invitaron a una reunión secreta y le dijeron que no aceptara el cargo.

Quienes hayan matado al empresario Musa, a su hija y al abogado, tenían uno de los siguientes motivos para silenciarlos: o las víctimas sabían demasiado sobre tratos sucios del gobierno; o los victimarios están ligados a los burócratas que sugirieron al industrial no acceder al cargo, adelantándose al presidente antes de la confirmación de su nombramiento, porque este, supuestamente, sería el espía del primer mandatario en la entidad (aunque el presidente, al parecer, nunca tuvo la intención de nombrarlo); o, más grave, las muertes hacen parte de un complot planeado por “asesores” del gobierno, que se mueven sigilosos tras las espaldas del propio presidente, con el fin de convencer al pueblo de que él es ineficaz en la lucha contra la violencia.

Sea cual sea su responsabilidad y conocimiento, el gobernante tiene la obligación de aclarar sus propios actos y recordar que la voz del pueblo es la que decide y la que al final le cobrará los errores si los ha cometido.

Organizar una contra-marcha, trayendo a empleados oficiales de la provincia, a indígenas y campesinos, muchos de ellos ignorantes de lo que ocurría ahí, como lo presencié el domingo 17 de mayo en la Plaza Mayor de la Constitución, es anti-democrático y perjudicial para Guatemala. Podría convertírsele a Colom en un bumerán que regresaría con tanta fuerza que lo sacaría del Palacio de Gobierno.

Además, la contra-marcha generó una polarización peligrosa, porque virtualmente enfrenta al pueblo. Lo que hace Colom, o sus malos asesores, es irresponsable. Utiliza a un segmento de la sociedad como escudo para mantenerse en el poder.

Por su parte, los guatemaltecos no pueden permitir que los crímenes queden impunes al ser apáticos y deben seguir luchando por la verdad, sin generar más violencia.

Marcela Marroquín y los miles de paisanos suyos que están dispuestos a romper la indolencia social y política, preparándose para participar en otras manifestaciones, deben recordarles a los indiferentes que no reconocen la fuerza propia que tiene el movimiento ciudadano de la Plaza Italia, que su líder es la gente misma.

Pretender ignorarlo y calificarlo de llamarada de tusa o candela pasajera es desconocer la esencia de la democracia.

El fuego se alimenta con leña de inconformismo.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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