Párrocos tristes y actos feos

A la Iglesia Católica le atañe estimular la vocación sacerdotal invitando a sus curas a ser felices, pero también debe luchar por rescatar a los fieles decepcionados de sacerdotes pedófilos y antisociables que causan lástima por su vacío interior.

La iglesia y la religión.

Cuando el sacerdote salió a oficiar la misa en una capilla de Miami, se le notaba en el rostro que su espíritu estaba agobiado. Menos de 20 feligreses, más que todo ancianas beatas, eran los únicos asistentes a la parroquia.

Ofició la misa atropellando las palabras y el sermón fue confuso.

Ese domingo me propuse buscar una iglesia donde el cura le pusiera alma, corazón y vida a la palabra de Dios.

Muchos católicos atravesamos por una falta de confianza (no es crisis de fe), causada en parte por el bajo entusiasmo de ciertos curas que parecen morir de tristeza en los templos.

Esta semana, el Papa Benedicto XVI dijo que se necesitan clérigos alegres e integrados «ya que si los jóvenes ven a sacerdotes aislados y tristes no se sienten animados a seguir su ejemplo».

A la Iglesia le atañe estimular la vocación sacerdotal invitando a sus curas a ser felices, pero también debe luchar por rescatar a los fieles decepcionados de sacerdotes pedófilos y antisociables que causan lástima por su vacío interior.

El Papa, además, se refirió a los casos de pederastia como “crímenes atroces”. De manera vehemente y arrepentida habló sobre este tema vergonzoso.

El Sumo Pontífice considera que “el abuso sexual de niños y jóvenes es un grave pecado que ofende a Dios e hiere la dignidad del ser humano”.

El pronunciamiento lo hizo en Irlanda, donde pidió “tolerancia cero” a los obispos. Según informes en esa nación al menos 400 niños aparecen como víctimas sexuales de sacerdotes entre 1974 y 2004. Por estos crímenes, la Iglesia deberá pagar cerca de 200 millones de dólares.

El celibato es un problema primario. Al permitir que los curas formen un hogar, no se evitará que ciertos de ellos abusen de menores. El asunto va más allá de una búsqueda de compañía o de placer sexual aprovechándose de la inocencia de los niños, que es la población más vulnerable de la humanidad.

Una de las causas pudiera estar en el refugio que muchos homosexuales buscan en los seminarios. Es un asunto que se obliga enfrentar de una manera más honesta, en el mismo momento en que los candidatos a curas llegan a la institución.

La jerarquía católica no puede seguir encubriendo a los pedófilos, cambiándolos de parroquias o escondiéndolos en monasterios para tapar la suciedad o comprando el silencio. Hay que castigarlos y curarlos.

A los hombres que eligieron el sacerdocio por vocación y lo ejercen como profesión, les vendría bien una vida normal donde se desarrollen en forma intelectual, espiritual y humana: siendo esposos, padres y abuelos.

Hay muchas teorías sobre por qué la Iglesia Católica resolvió hace siglos convertir el celibato como “una vocación”. Una de estas es que es más barato mantener un cura solitario que a una familia entera. Sería inexcusable si es verdad.

Además de pedir perdón por el daño hecho, a la Iglesia Católica le convendría comenzar a hacer profundos cambios de fondo y hasta de forma en sus rituales y su trato arrogante y soberbio con los devotos. También es recomendable abolir el celibato.

Los párrocos no pueden seguir siendo hombres tristes que transmiten aflicción. Dios es amor, alegría, bondad y perdón.

Raúl Benoit
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Raúl Benoit

Periodista y escritor colombiano de origen francés. Se ha destacado en televisión latinoamericana, como escritor de libros y columnista de periódicos del mundo.

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