Octubre, mes contra la violencia doméstica pasó sin pena ni gloria en el mundo, como todos los años.

Los síntomas, aunque evidentes para los espectadores, por lo general son invisibles al protagonista. Es como si al recibir el primer golpe la pérdida de memoria fuera una de las secuelas inmediatas.
Este tiende a ser un tema tabú, porque admitirlo en público tiene implicaciones sociales y familiares.
Algunos psiquiatras argumentan que el dejarse golpear, maltratar psicológicamente y permitir la actividad sexual sin consentimiento, pudiera estar relacionado con el masoquismo y ser una manera de auto flagelarse para recibir un castigo por culpas que se creen tener.
Pero, estudios han demostrado que las víctimas guardan silencio por el pánico interior a ser apaleadas con más fuerza; también por miedo a perder su posición económica y social, o a ser vistas en la familia o la comunidad como cobardes y fracasadas. Asimismo pudiera ser aprensión a ser abandonadas y enfrentar una vida sola.
Los victimarios pudieran tener una desviación sexual soterrada o tal vez guardan rencores de frustraciones personales o maltratos infantiles.
Por lo general, las víctimas se culpan a sí mismas, o piensan que el abusador logrará cambiar si se le ofrece una nueva oportunidad. «Muchas aceptan el maltrato como una condición natural y piensan que el amor es inherente a los golpes”, dijo una investigadora en Colombia.
Aunque este no es un problema de género, la mayoría de los casos son contra las mujeres.
Las estadísticas dan escalofríos y sorprenden por la época en que vivimos. Hoy se cree que la mujer se ha liberado de las ataduras masculinas, pero las cifras demuestran lo contrario. Alarman en todos los estratos sociales.
En Estados Unidos, cada día mueren tres mujeres a manos de sus esposos o novios por violencia doméstica y se registran por lo menos 2 millones de heridas perpetradas en contra de mujeres, hombres y niños, abusados por la pareja o un familiar.
En Colombia, el 52 por ciento de 1,080 personas encuestadas sobre el tema, correspondió a mujeres, de las cuales 5 de cada 10 manifestaron haber sido víctimas de violencia. En Nicaragua, de cada 100 mujeres 60 hablan de ataques físicos, sexuales o sicológicos y en México el 70% igualmente aseguraron sufrir agresiones por parte de su pareja.
Podría seguir dando datos de Honduras, Guatemala y Panamá donde las cifras son igualmente preocupantes. Es una epidemia intergeneracional.
El problema no es que no existan leyes. El meollo del asunto está en el silencio de la persona lastimada y en los que la rodean y callan para “no meterse en líos ajenos”.
Hay señales que podrían indicar que en un hogar existe una crisis: celos injustificados, intimidación y aislamiento absurdo de la posible víctima impidiendo la comunicación con familiares o amigos y “accidentes” y moretones inexplicados.
Octubre, mes contra la violencia doméstica pasó sin pena ni gloria en el mundo, como todos los años.
Las personas maltratadas deben desterrar el refrán popular “porque te quiero te aporreo”. El amor no debe ser ciego; es enfermizo y malo cuando se expresa con maltrato físico, emocional y sexual.
Quien golpea y lastima no ama. Quien golpea una vez lo seguirá haciendo.
- Bajo censura, prefiero no escribir - febrero 28, 2015
- Carta a Nicolás Maduro - febrero 21, 2015
- ¿Los indignados al poder? - febrero 14, 2015