
Ser inmigrante indocumentado en Estados Unidos se convirtió en una pesadilla, especialmente para hispanos, vistos como enemigos. En ciertos sectores de la sociedad estadounidense nos temen porque creen que venimos a quitarles trabajo, cultura y tierra.
Es tanta la preocupación de algunos norteamericanos, que en muchas ciudades los alcaldes han autorizado a policías a ejercer funciones de inmigración y con sólo una infracción de tránsito, detienen sin miramientos a los indocumentados con la amenaza de deportarlos, aunque hayan vivido aquí 20 años y tengan hijos nacidos en Estados Unidos.
Grupos racistas se adueñaron de un poder odioso, persiguiendo a todos los que tengan “color café” y parezcan mexicanos. No importa su origen, porque los gringos, por lo general, creen que todos venimos de México.
A veces los entiendo por desconfiar de los inmigrantes. Algunos abusamos de la condición de mártires subdesarrollados y llegamos a Estados Unidos creyendo tener derechos de salud, educación y protección social e imponiendo la cultura, las costumbres subvertidas y la conducta sin ley, para hacer lo que se nos venga en gana.
He visto paisanos latinoamericanos, al finalizar una jornada de trabajo, salir con música y cervezas al andén de la casa, poniéndole lo que ellos dicen “sabor al lugar”, torturando a los vecinos, quienes comúnmente son gringos, que aunque no los soportan, se aguantan para no ser tildados de racistas.
Pero no todos somos así. La mayoría es gente buena y trabajadora que aporta bastante al desarrollo de los Estados Unidos.
Y hay gringos que lo saben.
Robert Hildreth, de 57 años, se ha enriquecido, en parte, a costa de latinoamericanos, a través de sus empresas productoras de pulpa de papel e inversiones financieras.
Con una simpatía desbordante y bromeando en exceso, lo que causaría desconfianza a un típico latinoamericano con “malicia indígena”, me recibió, junto a Alexis Arán mi productora de televisión y Jorge Vásquez mi camarógrafo, en un cómodo y sobrio apartamento en el centro de Boston, Massachussets, que utiliza como oficina para seguir haciendo dinero. Él es banquero y multimillonario. Es un “vil” capitalista como lo calificarían izquierdistas.
Descubrimos que ayuda, de manera anónima, a paisanos.
El 6 de marzo de 2007, 361 indocumentados, en particular Centroamericanos, fueron arrestados en una fábrica de Boston, que producía chalecos militares para los soldados estadounidenses de la guerra de Irak.
Aunque los detuvieron en Boston, los enviaron a Texas para que los jueces de ese Estado, célebres por no tener compasión, pusieran precios altos a sus fianzas, imposibles de pagar por indocumentados, con la ladina intención de que no salieran de la cárcel y después deportarlos. Robert se enteró y decidió cooperar con más de 200 mil dólares. Aliado con un grupo católico, al cual pertenece, llamado La Vida Inc, contrataron abogados para defenderlos y liberó a 40 de ellos.
No es la primera vez que Robert ayuda inmigrantes indocumentados. Lleva 20 años haciéndolo y ha gastado alrededor de 15 millones de dólares en proveer desde clases de inglés, servicios de salud, hasta estudios universitarios.
¿Por qué este gringo y sus “camaradas” hacen esto? “Porque está en la Biblia”, nos responde. Además “los inmigrantes siempre han sido necesarios para Estados Unidos, más ahora que vivimos una época difícil, donde se necesita mano de obra eficiente y capaz, en especial para la agricultura”.
¡Qué bueno sería que muchos gringos pensaran igual! Mejor aún, ¡qué bien sería que los inmigrantes latinoamericanos viniéramos más con la intención de respetar las leyes y la cultura, para no ser discriminados, y encontrar amigos como el gringo bueno!
Robert Hildreth, quería ser anónimo y rompimos su regla. Algunos lo atacan, lo ven como un “vil” capitalista que decidió convertirse en un “vil” socialista, buscando provecho soterrado, pero no es cierto, él sólo quiere repartir parte del dinero que lo enriqueció, sin pedir nada a cambio.
(Si es indocumentado en Estados Unidos y necesita ayuda legal –sólo para fianza-, Robert está dispuesto a tenderle una mano. Escríbanme y los conecto con él, pero si es verdad).
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