El mundo se enfrenta a un gran dilema. Legalización versus drogadicción. Legitimar la droga eliminaría la criminalidad, pero ¿estamos listos para estos nuevos desafíos? Por otro lado, ¿Cómo argumentamos a nuestros hijos que la marihuana hace daño si los médicos la recetan para ciertas dolencias y enfermedades? ¿Es realmente dañina la marihuana?

Hace pocas semanas se abrió una cafetería en Portland, Estados Unidos, en la cual se permite el consumo de marihuana, donde los clientes pueden acompañar el desayuno con una fumadita de hierba.
Un viejo vecino de Weston, Florida, sorprendió a su hija adolescente con cigarros de marihuana escondidos en su mochila. Escandalizado al descubrir que “su niña” experimentaba con drogas le reclamó y para su estupor agregado, la joven le respondió con insolencia: “La marihuana no es mala. Todos lo hacen aquí”.
Yo lo supe de primera mano, por lo tanto la versión no es una de esas leyendas urbanas que disculpan la realidad.
El problema del consumo de drogas se está extendiendo como una nueva epidemia social, no sólo en Weston, una pequeña ciudad próspera donde residen inmigrantes de altos recursos económicos procedentes mayormente de Venenezuela y Colombia, donde las cifras son alarmantes, sino en todos los rincones de Estados Unidos y en países de Latinoamérica en los cuales los narcotraficantes no descansan para atrapar nuevos clientes.
Más preocupante es la aceptación popular entre la juventud de que la droga no hace daño y que sólo la usan por diversión de vez en cuando. El mal ejemplo comienza en las escuelas, cuando los muchachos “populares” lo hacen con libertad y se convierten en falsos héroes. También en las películas que muestran escenas de consumidores felices de marihuana o cocaína.
Ese “de vez en cuando” es un sofisma de distracción. Es la manera de esconder la adicción. Lo mismo sucede con el tabaco y el licor.
La complicidad entre drogadictos es la primera barrera que enfrentan los padres confiados y orgullosos, quienes se ufanan de sus hijos porque tienen los mejores amigos del barrio. Caras vemos corazones no sabemos, decía mi mamá.
Para que se vayan pellizcando papás ingenuos, el consumo de drogas podría estar frente a sus propias narices y quizás sus hijos lo estén haciendo en casa.
Ahora se ha impuesto la moda de los “Party Pills” (fiestas de píldoras), donde cada invitado lleva un surtido de pastillas medicadas que encuentran en los cajones de las mesas de noche o los botiquines caseros. La otra moda es la famosa pipa árabe, llamada hookah, que es considerada una forma “sana” de fumar.
Occidente ha copiado esta práctica como recreación en las reuniones sociales porque está “in”, pero los jóvenes suelen mezclarla con drogas alucinógenas letales.
El mundo se enfrenta a un gran dilema. Legalización versus drogadicción. Legitimar la droga eliminaría la criminalidad, pero ¿estamos listos para estos nuevos desafíos? Por otro lado, ¿Cómo argumentamos a nuestros hijos que la marihuana hace daño si los médicos la recetan para ciertas dolencias y enfermedades? ¿Es realmente dañina la marihuana?
Lo que sí es evidente es que entre los menores de edad es el primer paso para entrar al infierno de drogas “duras.
Hace pocas semanas se abrió una cafetería en Portland, Estados Unidos, en la cual se permite el consumo de marihuana, donde los clientes pueden acompañar el desayuno con una fumadita de hierba.
El “Cannabis Café” es una muestra de la apatía y quizás doble moral estadounidense respecto al flagelo del narcotráfico. Se combatía mientras se producía afuera.
Por lo menos una docena de estados norteamericanos, entre ellos Oregón y California, amparan leyes para el comercio y la agricultura de cannabis.
El ex vecino de Weston ha comenzado a perder el control de su hija y tiene miedo que la policía la arreste y termine en la cárcel mientras en el “Cannabis Café”, para sus clientes, un cachito no hace daño a nadie. ¡Qué ironía!
- Bajo censura, prefiero no escribir - febrero 28, 2015
- Carta a Nicolás Maduro - febrero 21, 2015
- ¿Los indignados al poder? - febrero 14, 2015