No es un secreto que los Castro manejan el Estado como una hacienda particular, encubiertos en el sistema político creado por ellos y el cual llaman “democracia popular”.
La mejor estrategia para tumbar un régimen revolucionario arcaico como el cubano es quitarle sus razones políticas e ideológicas contra los Estados Unidos.
Desarraigar el comunismo, incrustado en la médula de la nación, desde el sistema educativo, la salud, la burocracia neo-burguesa, hasta persuadir a las fuerzas armadas que apoyar a Chávez ha sido el peor error histórico de su historia, será tan difícil como extirpar la malignidad de los tumores que, supuestamente, han ido diezmando la energía y fortaleza del perturbado líder.
Pero, la libertad debe ser igual para todos, incluyendo para quienes están en contra de nuestras ideas. Por eso me parece vergonzoso, sino humillante, lo que le sucedió al manager del equipo beisbolero los Marlins de Miami, Ozzie Guillén, quien dijo: “Yo amo a Fidel Castro. Yo respeto a Fidel, ¿por qué? Porque en los últimos 60 años mucha gente ha querido matarlo y el jodón todavía está aquí”.
Algunos afirman que Benedicto XVI hizo una homilía comprometida, en la que defendió los Derechos Humanos, pero difiero de ellos. Considero que fue demasiado benévolo con el opresor que, a pesar de la indulgencia, por momentos se hundió en el sillón al sentirse aludido, recuperando su aliento e hinchando su pecho al percibir que la diplomacia vaticana tiene más peso que su inmoralidad.
En el momento de partir a Cuba el dictador dejó entrever que su futuro, bien sea por la dolencia o por otro motivo, estará en el espíritu revolucionario de sus partidarios venezolanos: “Cuando este cuerpo se acabe, Chávez estará en las calles, estará en el pueblo, para seguir dando batalla por Venezuela”.
A quienes amamos sentirnos libres y respetamos la democracia, nos intriga por qué Estados Unidos ha sido blando y permisivo con los Castro en Cuba por medio siglo. ¿Qué cambiaría la política ahora?
No defiendo el capitalismo salvaje. En cambio creo que los dirigentes de este continente deberían crear un sistema político de capitalismo popular, respetando la democracia y la justicia social, sin ambiciones personales.
Que no se ilusionen los cubanos en el exilio porque podría no haber ninguna divergencia entre los hermanos Castro. Ellos son como siameses y continúan siendo los mismos insensatos que arrebataron el destino de los cubanos en aquella utópica revolución comenzada en 1959. Prosiguen con su testarudez egoísta y su arrogancia, bebiendo la última gota de sangre del pueblo.
El pueblo se levantará del letargo embrutecedor del comunismo fracasado y empezará a reclamar sin miedo los derechos humanos y ciudadanos.
Ella se preguntó ¿Quiénes realmente pagan los platos rotos cuando existe un gobierno totalitario? La gente pobre, que siempre lo ha sido porque ningún gobierno capitalista o comunista se ha preocupado realmente por ella.