Para nadie es un secreto que Uribe quiere ser presidente de nuevo. Él es un individuo con ambiciones desmedidas y que en muchas ocasiones desvaría. Ha perdido el sentido lógico de la política y conserva el semblante autoritario. Su apariencia mesiánica le ha hecho daño a la institucionalidad del país, porque ha inventado una falsa esperanza y genera choque y polarización perjudicial para la democracia. Desafía a las cortes, congresistas, al poder ejecutivo y al propio pueblo que teme por su regreso.