La mejor estrategia para tumbar un régimen revolucionario arcaico como el cubano es quitarle sus razones políticas e ideológicas contra los Estados Unidos.
Lo que está ocurriendo en el Congreso estadounidense es una demostración de hasta dónde son capaces de llegar los poderosos y multimillonarios para cuidar sus intereses y ganancias.
Dudo mucho que las Naciones Unidas investiguen si son ciertas las denuncias de que la CIA ayudó a los rebeldes a robar las armas químicas para atacar al pueblo y echarle la culpa al gobierno con el fin de desestabilizarlo. Pero, si eso fuese cierto, estaríamos frente a una nueva conspiración gringa.
¡Qué gran novedad! Esto no era un secreto y tampoco un embuste de los activistas antiamericanos que han repetido sin cesar que a todos nos vigilan desde hace mucho años. Solo con poseer un celular nuestra privacidad es vulnerada. Hay cámaras viéndonos por todos lados. El GPS es un espía móvil y la tarjeta de crédito delata a quienes pretenden echarse una canita al aire en un motel con una rubia americana o una morena latina, sean o no pro o contra comunistas.
En medio de esta babilonia, rondan las cazadoras de fortunas y los cazadores de aventuras. Las unas buscando un hombre rico que les pague sus lujos a quienes llaman “patrocinadores” y los otros, engañando a mujeres ingenuas para pasar solo una noche de copas con ellas, quienes terminan divorciadas y quedándose sin la soga y sin la ternera. Es como un pecado que se vuelve común, corriente y nadie siente pena por cometerlo.
El hogar, no es un lugar de trabajo convencional y en la mayor parte de los países es una industria sin ley. Los empleados vienen de sectores marginados de la sociedad, tienen poca educación y, por lo general, pertenecen a grupos étnicos discriminados. Esos factores deberían hacernos más responsables como “patrones”.
Seamos realistas: para la sociedad estadounidense y su economía es conveniente mantener a los inmigrantes en las sombras. El ciudadano común, incluyendo los hispanos legales, no estarían dispuestos a asumir el aumento del costo de los productos de consumo familiar que se verían afectados por la nueva carga laboral.
En lo que pareciera una carrera contra reloj entre los republicanos y los demócratas para ganarse o conservar la simpatía de los hispanos en los Estados Unidos, algunos políticos se echan al hombro la carga de una reforma migratoria a como de lugar.
Ninguna comunidad es tan agresiva y competitiva entre sí como la de los latinos en los Estados Unidos. Escucho a venezolanos quejándose de sus paisanos porque son individualistas; a colombianos despotricando de los vecinos que afirman hacen lo imposible para perjudicarlos; a centroamericanos que riñen como perros y gatos y hasta he oído a cubanos, que se supone son los más unidos del sur de la Florida, hablando mal de su familia, aunque me consta que cuando llegan de la isla a Miami, a la semana siguiente tiene cama y trabajo.
Toda esa paranoia social, conjugada de manera perfecta con el espíritu superficial y frívolo de muchos estadounidenses, se acrecentó después de que un hombre en Miami devorara el rostro de un indigente, frenético por una nueva droga que se ofrece como sales aromáticas y se vende libremente en las estaciones de gasolina.
Para distanciar el voto hispano, los golpes más duros lo dan los republicanos que hacen creer a los electores que Obama falló al no ayudar a los inmigrantes indocumentados. Sí es cierto que cuando pudo con una cámara de representantes en su mayoría demócrata, no presentó la reforma migratoria a tiempo, pero también es innegable que son los republicanos quienes más se oponen a legalizar alrededor de 11 millones de indocumentados
La rabia no se propagó sola. Grupos extremistas lo planearon todo. Primero, no fue coincidencia que ocurriera en los días del onceavo aniversario de las torres gemelas en Nueva York. Segundo, de acuerdo a la Casa Blanca, hay evidencias que en Bengasi estuvieron involucrados miembros de Al Qaeda. El plan era contrarrestar las operaciones de inteligencia y contrainteligencia, porque desde Libia operaban agentes y contratistas de la CIA que desempeñaban un papel crucial en la vigilancia y recopilación de información sobre grupos terroristas de la región.