La delincuencia prospera en parte por la pobreza en que vive más de la mitad de los guatemaltecos. Esa pobreza significa una pérdida diaria de US$8,4 para la economía nacional, de acuerdo a una tesis reciente del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia –Unicef-.
Ténganse fuerte en sus asientos porque lo que está a punto de vivir Guatemala, podría ser igual o peor a lo que ocurre en esos países, donde hay sectores multitudinarios de la sociedad que se dejan engañar con ilusiones de un mejor futuro y son una fuerza peligrosa que defiende absurdamente a una mujer populista que no respeta la ley.
Facundo Cabral, el cantor argentino, murió baleado el sábado 9 de julio pasado en Guatemala. Fue un atentado criminal ejecutado por sicarios del narcotráfico. Su sangre derramada en un país que amaba por su mayoría de gente buena, se multiplicará en gritos de silencio no solo exigiendo justicia, sino difundiendo su voz como un estandarte de Amor y paz.
La protagonista de esta burla se llama Sandra Torres, la encarnación misma de la vergüenza política, que para rematar el descaro e inmoralidad resolvió, en una falsedad revestida de patriotismo, trampear la Constitución Política, para lanzarse como candidata a la presidencia de Guatemala. Se divorció del actual presidente y así eludió la prohibición en la Carta Magna, de no aspirar a cargos públicos si tiene un grado segundo de afinidad con el mandatario.
Sea cual sea su responsabilidad y conocimiento, el gobernante tiene la obligación de aclarar sus propios actos y recordar que la voz del pueblo es la que decide y la que al final le cobrará los errores si los ha cometido.