John F. Kennedy denunció en abril de 1961: «Sus preparaciones se ocultan, no se publican. Sus fallos se entierran, no son titulares. Sus disidentes son silenciados no alabados. No se cuestionan sus gastos, ningún secreto es revelado”.
El suboficial del ejército colombiano, capturado a finales de enero pasado, servía a su ejército como a su propia familia, pero lo que no supo él y tal vez algunos de sus hombres, es que los comandantes favorecían otros intereses políticos, económicos e incluso del narcotráfico.
No hay que permitir que la algarabía que nos embriaga por el bicentenario en Latinoamérica, se vuelva un teatro para encubrir errores que se repiten como un deyavú desde cuando los antepasados quisieron libertarnos, pero nos llevaron a padecer esclavitud constante.