Es mi deber reprochar a los Estados Unidos porque le ha fallado a Latinoamérica. Los empresarios usan la mano de obra y las riquezas de nuestros países como si fuéramos esclavos. Sacan petróleo barato y nos venden gasolina cara. Compran productos básicos de la canasta familiar a bajo precio y nos venden alimentos sintéticos y biogenéticos costosos.
Los padres están entre la espada y la pared. O dejar a los hijos en sus países, soportando un futuro incierto, con el riesgo de que sean reclutados por las pandillas o dejarlos caminar hacia el peligro de una migración donde la sobrevivencia es aventurada.
Seamos realistas: para la sociedad estadounidense y su economía es conveniente mantener a los inmigrantes en las sombras. El ciudadano común, incluyendo los hispanos legales, no estarían dispuestos a asumir el aumento del costo de los productos de consumo familiar que se verían afectados por la nueva carga laboral.
En lo que pareciera una carrera contra reloj entre los republicanos y los demócratas para ganarse o conservar la simpatía de los hispanos en los Estados Unidos, algunos políticos se echan al hombro la carga de una reforma migratoria a como de lugar.
Debemos ser sensatos sobre cómo comportarnos en los Estados Unidos, un país que nos brinda oportunidades con papeles de residencia o sin ellos.
Los gobernantes ahora legislan contra la inmigración ilegal, a pesar de la gran contribución de la mano de obra extranjera.
El acosamiento a los inmigrantes en Estados Unidos pasó de la simple mirada ofensiva a la agresión física.
Aunque nadie me va a escuchar voy a hacer recomendaciones. Primero, los indocumentados deben asumir su responsabilidad social y cultural al pisar tierra ajena y respetar las leyes. Segundo, los Estados Unidos, si quieren y necesitan esa mano de obra, deben orientar y educar a esos trabajadores, en vez de fomentar la esclavitud y el abuso patronal. Tercero, se debe promover una amnistía regulada y controlada.
Grupos racistas se adueñaron de un poder odioso, persiguiendo a todos los que tengan “color café” y parezcan mexicanos. No importa su origen, porque los gringos, por lo general, creen que todos venimos de México.
Ahora que se avivó el espíritu anti-inmigrante, El Cenizo vuelve a estar en la palestra, porque muchos creen que se está picando al monstruo de la discriminación.
Si quiere venir a vivir a Estados Unidos, ¡desista! Si un familiar lo llamó y le dijo que la situación en su país es desastrosa y que prefiere cruzar la frontera de mojado o arriesgar la vida en el desierto, o engañar a inmigración con su visa de turista y quedarse en esta »nación de oportunidades», dígale: ¡No sea bobo! ¡Aguántese!