Lo lamentable de la respuesta contundente de Israel es que las secuelas son muy malas. Cada vez que mueren niños y mujeres inocentes, aumenta ese rencor que ciega al pueblo palestino y a muchos los transforma en terroristas. Es un círculo vicioso perpetuo.
El amago de guerra va en aumento ante la intransigencia y el peligro que, en efecto, representan Irán y su líder Mahmud Ahmadineyad, individuo fanático y extremista, y por otro lado, Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, a quien los críticos señalan de tener un temperamento explosivo y radical. En su última visita a Washington, en marzo pasado, exigió tormentas de guerra como única defensa frente a la hostilidad que los iraníes ejercen en la zona.