Mónica Ledher lleva el peso del apellido de uno de los socios más grandes que tuvo Pablo Escobar, Carlos Ledher, quien, además de pertenecer al Cartel de Medellín, era un narco excéntrico y megalómano; fue uno de los primeros extraditados (1987) de Colombia a los Estados Unidos, condenado a cadena perpetua y 135 años.
El dato, más que impactante, es vergonzoso. Esta fascinación de las muchachas con el crimen organizado no solo tiene que ver con la búsqueda de comodidad y lujo, sino con el poder. Muchas de estas chiquillas, oprimidas por una sociedad elitista, clasista y que relega de manera denigrante, creen que podrán alcanzar el estatus de quienes las humillan.
También se conoce que los carteles mexicanos transformaron su territorio en un campo de batalla, peleando entre ellos para quedarse con el mercado de las drogas y de paso aterrorizando a la población con el fin de consolidar su poder a través del miedo. ¿Pero de dónde han aprendido las técnicas terroristas esos narcotraficantes? Alguno dicen que los asesoran guerrilleros colombianos de las Farc, aunque en los últimos días la secretaria de seguridad interna de los Estados Unidos, Janet Napolitano, desvió las miradas hacia los fanáticos islámicos:“Llevamos un tiempo pensando sobre qué pasaría si Al Qaeda se uniera con los Zetas”.
El año 2010 fue uno de los más violentos, según el propio gobierno. El crimen organizado, macabro protagonista del brutal sacrificio social y ciudadano, es responsable de por lo menos 15,723 de los homicidios registrados para sumar más de 35 mil crímenes en todo el gobierno de Calderón, sin contar los colaterales que son cientos más.