Frente a los Obispos Ortega guardó silencio, simulando ser un hijo obediente, pero tal vez su estómago se revolvía con los ácidos estomacales, como le sucede a los dictadores soberbios que creen tener la última palabra.
No hay que devanarse los sesos: la miseria en Nicaragua no será resuelta por un gobierno nepotista, ni amordazando el periodismo, ni construyendo un canal interoceánico como utópicamente piensan hacerlo, ni mucho menos repartiendo bienes estatales entre sus amigotes.
Sin embargo, ahora ha surgido un espíritu nacionalista con falsos orgullos y algunos hasta piden desconocer el fallo, como el ex mandatario Álvaro Uribe, quien con su estilo camorrista (Cuando en el pasado dijo que la decisión de La Haya había que acatarla), pretende instigar al presidente Juan Manuel Santos a una confrontación, lo cual sería adverso, no solo contra el derecho internacional, sino por la imagen de Colombia en el exterior que tanto preocupa a mis paisanos, generando un ambiente bélico inapropiado, peligroso e injusto para los humildes pescadores y los ciudadanos raizales de esas islas.
Nicaragua es uno de los países más pobres de América Latina y esto es un elemento que usa el aspirante a dictador, haciendo promesas ilusorias, adulterando la realidad y apropiándose del destino del pueblo. Pero el pueblo no es bobo como los orteguistas creen. Tampoco está tan adormecido o cansado de las trampas políticas, que no le permita reaccionar y ver con claridad que hay un engaño.
Daniel Ortega, un gobernante impopular, está llevando al país hacia una confrontación que podría provocar el derramamiento de sangre inocente.
Que pena me dan todos los que se llenan la boca diciendo que son “los electores primarios que escogen el destino de sus naciones”, cuando en realidad, quienes están disponiendo de su futuro son los gobernantes que se apoderaron de la Constitución de cada país, moldeándola en forma mágica a sus ambiciones particulares.
…Hay que estar atentos a los planes maquiavélicos de Ortega, Correa y el emperadorcito Chávez, que en su esquizofrénica manera de creerse la reencarnación del Libertador Bolívar y repartiendo dinero a diestra y siniestra, está poniendo en peligro la estabilidad de Latinoamérica.
Pero como el pueblo es amnésico, olvida lo que sufre y perdona a sus verdugos, volvió a respaldar el equivocado modelo del pasado y desestimó la alianza ilícita, ganando Ortega, quien ahora en el poder, parece resuelto a perpetuarse y a extender tentáculos de un pulpo arbitrario, censurador de prensa, amenazador de las libertades y antidemocrático.
Dora María salió triunfante, mientras a Ortega le faltó tacto y visión política, no sólo ignorando la protesta, sino amenazando con expulsar a diplomáticos porque supuestamente se inmiscuyen en asuntos internos. Ortega actúa como un dictadorcito en ciernes, pero la paciencia se agotó.
Me da risa tanta alharaca de Daniel Ortega, advirtiendo que sus compatriotas están dispuestos a derramar sangre y más risa me da la intimidación de Álvaro Uribe al amenazar con barcos a unos pescadores humildes. La armada colombiana debería estar combatiendo el narcotráfico.