Yo le creo a Popeye. Es a uno de los pocos que le creo, sin embargo, aunque colaboró con la justicia, pienso que ésta fue demasiado laxa con él. Debieron dejarlo en la cárcel de por vida por todo el daño que hizo.
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Quizás por eso, ciertos jóvenes se fascinan con las historias del narcotráfico. Algunos niños de barrios pobres en México y Colombia quieren ser sicarios cuando crezcan y se ha vuelto popular en las redes sociales una frase escalofriante pronunciada en vida por el narcoterrorista Pablo Escobar, cabecilla del cartel de Medellín: “Le voy a matar el papá, la mamá, los tíos y si la abuelita está muerta, la desentierro y se la vuelvo a matar”.