Al rayar el alba vi surgir la luz del día. Mis ojos no podían congelar en el tiempo el resplandor que en fragmentos de segundos modificó mi retina, pero por igual alteró, para bien, mi pensamiento. Surgió una imagen multicolor, placentera y feliz. En mi mente comencé a escuchar risas y canciones y a ver figuras imaginarias de mis hijos jugando en la arena.