Las pérdidas en América Latina por empleados ineficientes e improductivos son multimillonarias. Calcule cuántas horas anuales se malgastan en tertulias entre compañeros hablando del último partido de fútbol; en conversaciones entre mujeres criticando el vestido y los zapatos de la que envidian; en tomaditas de café a cada momento; en usar el sanitario para hablar por celular y en chismografía en los pasillos censurando al jefe. Es como robarle tiempo a la empresa donde trabajan.
Recuerdo cuando en épocas pretéritas en mi país los pueblos se paralizaban al mediodía porque la mayoría de los empleados se iban a sus casas a merendar y después dormían la siesta. Era una misión imposible lograr que un burócrata atendiera. Los que se quedaban en las oficinas, en el futuro fueron exitosos empresarios o gamonales del pueblo.