Es importante advertirles a estos jóvenes que ambicionan la popularidad, el dinero y ser asediados por fanáticos y paparazzis, que la vida de una celebridad no es tan perfecta y con frecuencia es agobiante, solitaria y triste.
No me preocupan las advertencias de que con tanto reportero ciudadano el oficio de periodista pudiese desaparecer, porque lo que garantiza la credibilidad es la veracidad. Lo preocupante aquí es el descontrol, la inmoralidad y la ceguera de quienes dan por hecho que la Internet es la última palabra.
Uno de cada siete niños recibe por la Internet una proposición de tipo sexual de un depredador. Cada año las autoridades federales de Estados Unidos encausan judicialmente a cientos de personas por pornografía infantil.
En México la estadística de niños en escuadrones de los carteles de la droga podría alcanzar alrededor de 20 mil. En ese país se vaticina una crisis social y moral peor a la que se está padeciendo. La violencia del narcotráfico ha generado en los últimos 4 años y medio, más de 40 mil muertos. Muchos de estos crímenes son causados por menores.En México la estadística de niños en escuadrones de los carteles de la droga podría alcanzar alrededor de 20 mil. En ese país se vaticina una crisis social y moral peor a la que se está padeciendo. La violencia del narcotráfico ha generado en los últimos 4 años y medio, más de 40 mil muertos. Muchos de estos crímenes son causados por menores.
El jueves 9 de diciembre pasado, Hugo Chávez introdujo ante la Asamblea Nacional un proyecto de ley que castigaría el uso de la Internet y las redes sociales que envíen “mensajes irrespetuosos a los poderes públicos».
Nadie prevé, ni los científicos, hasta dónde llegará esa epidemia de soledad provocada por las facilidades tecnológicas, pero lo que sí debemos tener claro es que en nosotros está recuperar el contacto físico real que es saludable para el cuerpo y para el alma.
Las redes sociales vulneran la intimidad y sin lugar a dudas están siendo utilizadas de una manera irresponsable y peligrosa.
Lo más preocupante es que los niños y jóvenes no temen abrir las puertas cebernéticas, porque no ven el peligro inminente. Creen que la distancia y el engañoso anonimato de las autopistas virtuales, los hacen invulnerables.