Matando en el nombre de Dios

Es incomprensible que aquel profeta que supuestamente recibió lo que ellos creen es la auténtica palabra de Dios, con la intención de corregir el rumbo espiritual de la humanidad, usara la muerte y el terror para imponer sus creencias. Más aún increíble es que él fue un ferviente continuador de la prédica de Abraham, el primero de los patriarcas del pueblo de Israel, a quien honran Judíos, Cristianos y siguen enalteciendo los musulmanes.

¡Paren de estafar!

La promesa para muchos incautos es que el poder del dios ofrecido por esos pastores, que suplanta al Dios verdadero, extirpa a satanás del cuerpo. Aseguran que todo lo padecido por el hombre, no son enfermedades, ni secuelas de errores de la vida o simplemente accidentes, sino culpa del demonio, un mal de ojo o la mala suerte.

La culpa no es de Dios

La culpa de la crisis que vive la Iglesia no es de Dios, es de la debilidad humana que los lleva a pecar para saciar la complicidad y la ambición de poder. La cobardía terrenal de la jerarquía que oculta a los pecadores de su propia Iglesia surge, no por guardar la fe a Dios, sino para no perder sus privilegios y porque algunos de esos protectores también guardan pasiones bajo la sotana.