Es incomprensible que aquel profeta que supuestamente recibió lo que ellos creen es la auténtica palabra de Dios, con la intención de corregir el rumbo espiritual de la humanidad, usara la muerte y el terror para imponer sus creencias. Más aún increíble es que él fue un ferviente continuador de la prédica de Abraham, el primero de los patriarcas del pueblo de Israel, a quien honran Judíos, Cristianos y siguen enalteciendo los musulmanes.
En el escandaloso libro de Gustavo Álvarez Gardeazábal, «La misa ha terminado», el escritor colombiano hurga en la pestilente olla podrida de la Iglesia Católica, sacando olores que muchos quieren esconder con ambientadores caseros.
Frente a los Obispos Ortega guardó silencio, simulando ser un hijo obediente, pero tal vez su estómago se revolvía con los ácidos estomacales, como le sucede a los dictadores soberbios que creen tener la última palabra.
La solidaridad debe comenzar en casa, como el mismo Francisco viene diciendo desde que, en marzo, asumió el papado. Los sacerdotes tienen la obligación de adaptarse a esta nueva era de conducta.
El rostro jovial y la energía de Jorge Bergoglio, a pesar de los 77 años, proyecta una nueva cara de la Iglesia Católica, haciendo resurgir la fe en almas incrédulas.
Sin lugar a dudas soy candidato para la excomunión de forma automática por la ley canónica impuesta arbitrariamente por la jerarquía católica, acusado de apostasía, herejía o cisma, por cuestionar las reglas y a los soberbios que las aplican.
La promesa para muchos incautos es que el poder del dios ofrecido por esos pastores, que suplanta al Dios verdadero, extirpa a satanás del cuerpo. Aseguran que todo lo padecido por el hombre, no son enfermedades, ni secuelas de errores de la vida o simplemente accidentes, sino culpa del demonio, un mal de ojo o la mala suerte.
Se especula mucho sobre el tema desde las profecías de Nostradamus, que vislumbraba: “(En) el año 1999, (a los) 7 meses, del cielo vendrá un gran rey de terror”, hasta las predicciones Mayas que, de acuerdo al calendario de esa civilización, la hecatombe será el 21 de diciembre de 2012.
La culpa de la crisis que vive la Iglesia no es de Dios, es de la debilidad humana que los lleva a pecar para saciar la complicidad y la ambición de poder. La cobardía terrenal de la jerarquía que oculta a los pecadores de su propia Iglesia surge, no por guardar la fe a Dios, sino para no perder sus privilegios y porque algunos de esos protectores también guardan pasiones bajo la sotana.
Los gobernantes ahora legislan contra la inmigración ilegal, a pesar de la gran contribución de la mano de obra extranjera.
A la Iglesia le atañe estimular la vocación sacerdotal invitando a sus curas a ser felices, pero también debe luchar por rescatar a los fieles decepcionados de sacerdotes pedófilos y antisociables que causan lástima por su vacío interior.
Los rumores se paseaban entre las bancas de su iglesia. A baja voz las muchachas que asistían a la misa dominical lo comentaban con la gracia pícara que tienen las jóvenes, olvidando por momentos que estaban en la casa de Dios.