Esta guerrilla no representa al pueblo, ni siquiera a una minoría. Se representa a sí misma. No obstante, desde que el gobierno se sentó a la mesa para hablar de paz, favoreciéndola, se ignoran y se pisotean códigos jurídicos, morales y éticos.
A pesar del engaño de los jóvenes venezolanos que supuestamente representaban a una ONG, estoy en desacuerdo con que el gobierno colombiano los haya expatriado a su país.
Fernando Londoño fue un alfil en el juego político del ex presidente Álvaro Uribe, odiado por muchos y amado con furibunda pasión por otros. Por eso, los hechos son más relevantes. Señalan los detractores que el atentado favorece al ex mandatario porque no ha ocultado que ansía con frenesí el retorno al poder y el terrorismo convence al pueblo de la necesidad de volver a elegir su estilo de gobierno.
Morales envió a la cárcel a varios ex colaboradores de Uribe y están a un paso de un juicio su exjefe de gabinete, Bernardo Moreno y el ex ministro de Agricultura Andrés Felipe Arias. También ordenó capturar al ex comisionado de paz Luis Carlos Restrepo por la falsa desmovilización de un frente guerrillero de las Farc, con lo que pretendía mostrar resultados en la política de seguridad del gobierno uribista.
En su última aparición en un video clandestino, el jefe de la banda, Timoleón Jiménez, alias «Timochenko», le propuso al presidente Juan Manuel Santos retomar el diálogo y discutir sobre privatizaciones, depredación ambiental, democracia de mercado y doctrina militar, para ponerle fin al conflicto interno.
Me da pena la diplomacia colombiana, que tras la amenaza de Chávez de anunciar vientos de guerra en la frontera, su advertencia de nunca reestablecer las relaciones rotas en una de sus rabietas, si subía al poder Santos, tras insultar y denigrar, lo invitan a casa y él abofetea de nuevo.
No estoy en contra de Santos. Me acerqué más a él después de ver el ritual extático de Antanas Mockus en la noche en que perdió la primera vuelta. Me da escalofríos cada vez que repito el video donde se asemeja más a un predicador exorcizando que a un candidato presidencial.
Si Uribe se va los colombianos, a quien, según ellos, él les devolvió la esperanza y la tranquilidad en estos casi ocho años de gobierno, podrían perderla otra vez y regresar al pasado cuando creían que todo estaba perdido.