Todos conocemos la leyenda bíblica de las épocas de vacas flacas. Los árabes históricamente le temen y por eso no regalan su fortuna, la guardan para enfrentar tiempos difíciles. Venezuela, en cambio, muy caritativa nación, derrochó el dinero del pueblo, apoyando a ciertos países aliados de América Latina.
Debemos reclamar la ineficacia de la OEA y su silencio cómplice. Hay que hacer un llamado para que esa organización inútil sea reformada o eliminada. ¿Cuánto dinero se gastan nuestros países en sostener esa burocracia inoperante?
Cada acto demuestra la bajeza de esa camarilla de criminales, que pretende robarle a los venezolanos su futuro, pero, a pesar de sus intenciones ruines, jamás les arrebatará la dignidad.
Venezuela ahora tiene la fortaleza para ir removiendo el régimen corrupto como ha ocurrido en otras latitudes. Llegó el momento de parar al dúo Maduro-Cabello y la camarilla de militares compinches, quienes mostraron su miedo a perder el poder ante la fuerza de la sublevación.
Lo que no comprenden los ingenuos electores en Latinoamérica, es que estos líderes son una nueva burguesía, surgida de un neo socialismo confuso, lo cual es más peligroso para el desarrollo de las naciones. Seducen al pueblo con las mismas promesas de mejorar su estatus de vida y ser justos repartiendo la riqueza a través del control del Estado. Al final, nada diferente a lo que ofrecen los que militan en los partidos de centro y de derecha. Todos se apoderan de las riquezas del Estado, igual que los otros, pero, como se ha demostrado en la historia reciente, la izquierda tiene planes ocultos y con ambiciones de un poder desmedido.
Por ese camino va Nicaragua y tal vez Honduras, porque las argucias sagaces de Chávez todavía siguen andando soterradamente en las calles de Tegucigalpa.