Añorando a Carreño, el paladín de la urbanidad

Por otro lado, es gratificante el civismo: Dar información correcta a la persona que requiera ayuda; facilitar el paso a quien lo pida aunque lo haga de mala gana (al final lo que debe importar es nuestra buena acción); ceder el asiento a las damas o abrirles la puerta del auto; ayudar a los ancianos y respetarlos por su edad a pesar de sus caprichosos; saludar, decir buenos días, buenas tardes, en especial a los compañeros de trabajo o de estudio, con quienes compartimos la mayor parte del tiempo cotidiano. Hay jefes que llegan por las mañanas sin gesticular una sola palabra, siendo un mal espejo para los subalternos.